OPINION : "Lo que la verdad esconde" inés matute
Como vasca de segunda que soy puesto que no soy nacionalista- y sin ánimo de desvelar si milito entre los fachas o los mozos del botijo tal y como nos clasifica Otegui en sus curiosas filigranas conceptuales- intentaré expresar mis recelos ante la compleja situación preelectoral vasca aprovechándome del plus de clarividencia que otorga el exilio voluntario y el desapasionamiento visceral al que obliga la cuesta de enero.
Hagamos memoria: fracasado el pacto de Lizarra y retornada ETA al asesinato y a la extorsión, los nacionalistas democráticos decidieron demostrar a los del hacha que ellos sí eran capaces de conseguir por vía política lo que el terrorismo jamás arrancaría al Estado: el derecho a la autodeterminación y la independencia de facto (bajo el eufemismo de estado libre asociado). Tras Lizarra, el Estado cerró el cerco político a todos los simpatizantes etarras; la Ley de partidos inhabilitó a su brazo visible impidiéndole concurrir a las elecciones municipales, se endurecieron las penas contra los responsables de la kale borroka... etc. Con todo, la rebautizada Batasuna consiguió mantenerse en el Parlamento Vasco gracias a la mayor metedura de pata del PNV, que, al negarse a disolver el grupo parlamentario Sozialista Abertzaleak, le otorgó una valiosa capacidad de arbitrio en la Cámara de Vitoria. Con el paso del tiempo y una inconcebible dosis de hipocresía y permisibilidad por parte de los nacionalistas, ETA se ha adueñado del mayor logro político del lehendakari, algo mucho más espectacular de lo que a estas alturas pensaba conseguir. La adhesión al proyecto no pudo ser más explicita: Otegui dijo alto y claro que hablaba por voz de Josu Ternera, convertido, tras la detención de Antza, en capo da capi a ambos lados de la frontera. Dado que las elecciones autonómicas se celebrarán la próxima primavera, ETA, previsiblemente, declarará una tregua que dará pie a un perverso sofisma: el proyecto del lehendakari es equivalente a la paz. Si el mensaje/falacia cala hondo en el electorado, no habrá Dios que los pare (y perdone el respetable que a estas alturas de la exposición una se vaya calentando). La inesperada irrupción de los pistoleros en el debate político, además de posibilitar la aprobación del plan Ibarretxe, ha producido una compleja alteración de las expectativas preelectorales: la propuesta de reforma estatutaria PSE- PSOE pierde relevancia, por no decir que se convierte en un proyecto fallido. La resurrección de Batasuna dificultarán el apoyo electoral al PNV- EA. Seguramente, el PP saldrá de ésta favorecido, pues desde el principio dejó bien clara su enérgica oposición al flipe independentista. Sacando brillo a la bola de adivinar, veo que el plan del lehendakari será rechazado frontalmente por el parlamento español independientemente del procedimiento que se elija para su tramitación, pero si la ecuación Plan = Paz convence, el electorado vasco, harto de sangre, polémica, extorsión y politiqueos de toda índole, aplaudirá un plan que olvida que casi la mitad de los vascos no se siente y aquí me incluyo- ni nacionalista ni secesionista, y que jamás justificará, como indirectamente acaba de hacer el Dios Jano Ibarretxe, mil muertos y treinta años de lucha armada. Llega pues el momento de perder el sueño, pero también llega la hora de ayudar a los ciudadanos vascos, un pueblo quizás maduro pero al que se le ha tendido un señuelo envenenado. Desde aquí reclamo la solidaridad de todos los demócratas y la comprensión de todos aquellos que jamás han vislumbrado todos los vericuetos del laberinto vasco, el desconcierto de una gran mayoría, la desorientación de unos cuantos, la sensación de haber sido traicionados de muchos miles, la mala memoria de un lehendakari que prometió no apoyarse en los que nos matan, los cantos de sirena de los que los acogotan y los delirios nacionalistas de aquellos que piensan, y seguirán pensando, que el horizonte no basta, y que siempre se puede llegar más lejos amenazándonos con lo de siempre: las tortas. Amigo Lehendakari: tus tortas no nos asustan. Llevamos 30 años con el hacha en la mano y la serpiente infiltrada en nuestros sueños. Tal vez las tortas te las den a ti los vascos a los que esta vez tampoco has escuchado.