LITERATURA: Cartas del Norte - "Entrevista a José Manuel Fajardo" josé luis garcía

Se considera a sí mismo un apátrida, quizás por ello le apasionan las historias de piratas. Es divertido (eso dicen) y le entusiasman las novelas de aventuras. José Manuel Fajardo, granadino de nacimiento y gijonés, parisino, madrileño... de adopción, presenta su nueva novela, A pedir de boca, en la que mezcla a partes iguales la gastronomía con el amor.

Luis García.- Empecemos por el principio. ¿Cuándo y cómo empezó a escribir Fajardo?.

José Manuel Fajardo.- La verdad es que no recuerdo exactamente cuándo empecé a escribir pero lo hice muy pronto. Sí recuerdo que a los diez u once años escribí una obrita de teatro para representarla en clase, en el colegio, en la que intentaba imitar las comedias de Jardiel Poncela y de Alfonso Paso que daban por televisión y que me gustaban mucho. Siempre me divirtió escribir cuentos para mis compañeros, historias de piratas o de extraterrestres, pero fue a los catorce años, después de leer “La metamorfosis” de Kafka, cuando me di cuenta de que yo quería ser escritor.

L.G.- Su carrera literaria, si mal no recuerdo, está muy vinculada a la novela histórica, y en concreto a las novelas de piratas.... ¿volverá a dicho género?

J.M.F.- Efectivamente, mis dos primeras novelas, “Carta del fin del mundo” y “El converso” se pueden calificar como históricas o de aventuras, aunque sólo en “El converso” aparece el mundo de la piratería. En realidad si empecé escribiendo ese tipo de novelas fue porque necesitaba tomar distancia respecto del presente. Me daba cuenta de que me faltaba experiencia para poder escribir una novela cuya trama fuera contemporánea, así que decidí empezar contando historias alejadas en el tiempo pero que, de alguna manera, reflexionaran sobre cuestiones de hoy como la búsqueda de la libertad, la relación con el Otro, la intolerancia religiosa. Además, al ambientarlas en los siglos XV y XVII me vi obligado a revisitar la lengua española de aquellos tiempos y a construir un lenguaje para mis libros que recuperara parte de su musicalidad. Gracias a todo ello he podido escribir luego dos novelas estrictamente contemporáneas, como “Una belleza convulsa” y “A pedir de boca”. De todos modos, en mi próxima novela voy a intentar reconciliar novela histórica y novela contemporánea. Será un regreso al universo de “El converso” pero visto a través de los ojos de hoy.

L.G.- ¿Y que es A pedir de boca, cual es su génesis?


J.M.F.- “A pedir de boca” es en primer lugar una declaración de amor a la vida, un libro vitalista que pretende hablar de la búsqueda de la felicidad, sin ingenuidad pero también sin amargura. Después de escribir “Una belleza convulsa”, que cuenta la historia de un secuestro en el País Vasco con un gran peso del lado oscuro de la condición humana, el odio, el miedo, el desamor, necesitaba escribir sobre el lado luminoso de la vida. Y no sólo para sentirme mejor sino porque soy una persona optimista, aunque sé que hay tristezas en la vida, pero sigo creyendo que pese a los fracasos se puede volver a amar y se puede construir un mundo mejor. Lo importante es aprender de los errores propios y ajenos. Digamos que soy un optimista escarmentado.


L.G.- Novela de amor, gastronómica, política....


J.M.F.- Sí, una novela de amor ante todo. La historia de un marino asturiano que termina convirtiéndose en cocinero y trabajando en un cabaret-restaurante de París y enamorándose de una bailarina rumana que trabaja allí. La novela evoca tres momentos de la vida del protagonista: su infancia en Gijón, durante los últimos años de la dictadura franquista, en una familia de trabajadores comunistas; su viaje a México durante el cual descubre su vocación como cocinero; y su historia de amor en París en el marco de un cabaret que viene a ser metáfora de nuestra sociedad multicultural: lleno de extranjeros, de turistas que se divierten y también de inmigrantes que tratan de ganarse la vida. Toda la novela sucede durante una larga noche de trabajo en la cocina, la noche del Viernes Santo de 1999 durante la cual comenzaron los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado. Eso forma parte de juego de contrarios que está presente en toda la novela: el amor frente al miedo al compromiso y la tentación de la soledad; la pasión de vivir en un mundo en el que la muerte se ha convertido en espectáculo televisivo; la historia de amor que del hijo de un comunista, que luchó por la libertad en España, y la hija de un profesor que fue perseguido por la dictadura comunista en Rumania. Y como metáfora permanente del amor a la vida, la gastronomía. Porque, cada día, la parte de la Humanidad que puede comer a diario celebra sin darse cuenta, cada vez que se sienta a la mesa, un homenaje a la vida y un encuentro con el placer. Al fin de cuentas, hasta las sociedades más pobres se las apañan para crear platos sabrosos. Se puede decir que todo pasa por la boca: la risa, el llanto, la conversación, la comida, el sexo…


L.G.- Y musical, muy musical, y si me permite arriesgada con ese bolero escrito para la ocasión....


J.M.F.- Claro, también pasa el canto. Uno de los grandes placeres de la vida es la música. Y en el ambiente de un cabaret-restaurante como “L’arc-en ciel”, que es el escenario de “A pedir de boca”, la música juega un papel fundamental. Precisamente mientras trabajaba en la novela se me ocurrió que uno de los temas musicales que aparecieran en ella podía ser un bolero, pues es un tipo de música de mucho dramatismo que convenía al desarrollo de la historia. Da la casualidad que desde hace tres años trabajo con un compositor gitano francés, José Reinhardt, que actúa en un cabaret bohemio de París, “Aux trois mailletz”, que me sirvió como modelo a la hora de crear mi cabaret de ficción. Reinhardt compone la música de boleros y yo escribo las letras. Es una experiencia divertida y muy interesante. Al final decidí incluir uno de los boleros inéditos que hemos compuesto juntos, titulado “Ayer” y del que aparece al final del libro incluso la partitura. Y a mis editores se les ocurrió que podíamos grabar el tema en un cd para acompañar la promoción del libro. Reinhardt y yo hablamos con una cantante francesa, Laure Préchac, que trabaja también en “Aux trois mailletz” y tiene una voz cálida y hermosísima, y el resultado ha sido una versión que lleva la pasión del bolero al corazón mismo de París.

L.G.- ¿Le gustaría interpretarlo o que fuera interpretado en alguna ocasión?

J.M.F.- Desgraciadamente carezco de talento musical, así que yo no podría interpretar nunca una canción, pero tengo la suerte de poder escuchar cómo suena “Ayer” en directo porque se canta en el cabaret “Aux trois mailletz”. Es muy emocionante escuchar las palabras que has escrito transportadas por la música y ver el efecto que producen en el público. Ese es un privilegio que los novelistas no podemos disfrutar habitualmente. Nuestros libros se leen siempre en privado, suceden dentro de la cabeza de quienes los están leyendo, pero los músicos tienen la suerte de poder ver cómo reacciona el público a su arte.

L.G.- ¿Qué le pide a la vida y a la literatura José Manuel Fajardo?

J.M.F.- La verdad es que la vida me ha dado tanto que no me considero autorizado a andar con peticiones. La literatura me ayuda a vivir, es una herramienta para intentar comprender el mundo y comprenderme un poco a mí mismo. Y gracias a la literatura he conocido a muchos de mis mejores amigos y a la mujer que amo. No creo que se pueda pedir más.

L.G.- Hábleme del conjunto de su obra…. ¿está satisfecho con la misma, ahora que ya puede verla con cierta perspectiva?

J.M.F.- Hace quince años que publiqué mi primer libro, “La epopeya de los locos”, que era una biografía colectiva sobre los españoles que participaron en la Revolución Francesa. En 2003 lo reedité y para ello volví a leerlo. El resultado fue que tuve que hacer un montón de correcciones para la nueva edición. Creo que he avanzado en estos años, he ido ampliando el terreno de mi literatura escribiendo libros que son siempre diferentes, tanto en los temas que abordan como en el estilo. Hoy siento mi escritura más segura, pero estoy muy lejos de escribir como me gustaría hacerlo. Necesito más tiempo y más libros. Aventurarme en nuevos proyectos, aún a riesgo de equivocarme. Sólo así se aprende realmente. No sé, a lo mejor nunca llego a escribir esa novela que sea a la vez cristalina y compleja, capaz de nombrar este mundo caótico en el que vivimos, esa novela que siempre me ronda la cabeza pero que nunca termino de encontrar. Pero voy a seguir intentándolo.


L.G.- Siempre se le pregunta sobre el tema del nacionalismo y del País Vasco, y sin embargo usted tampoco se manifiesta abiertamente por ser muy combativo al respecto, como por ejemplo lo puede ser Savater…. ¿Cree que puede la literatura ayudar a solucionar el conflicto?.


J.M.F.- Bueno, yo he tenido un compromiso muy fuerte en la lucha de ideas frente a la dictadura del miedo que supone el terrorismo. Durante los nueve años que viví en el País Vasco participé en las movilizaciones contra los secuestros de Aldaya y Ortega Lara y, tras el asesinato de José Luis López de Lacalle, escribí durante casi un año una columna de opinión semanal en El Mundo del País Vasco desde la que intenté desmontar el discurso pseudo-revolucionario de ETA y Batasuna y denunciar su carácter profundamente fascista. Lo que sucede es que luego, al escribir novelas, yo intento siempre que mi compromiso político no sea el protagonista de mi literatura. Una cosa en la novela y otra el periodismo o el manifiesto, y no es bueno mezclarlos. En una novela tienes la obligación de intentar meterte en la piel de todos los personajes, incluso de aquellos que, como el secuestrador de “Una belleza convulsa”, te repugnan. Es la única manera de poder expresar la condición humana con todos sus matices. Y para poder hacerlo necesitas dejar a un lado el discurso político o ideológico, necesitas una cierta distancia. Esa distancia no la tenía en Bilbao, porque allí todo era tan violento e inmediato que me costaba liberarme del miedo y de la rabia. Por eso acabé trasladándome a París, para tener esa distancia que me permitiera escribir una novela y no un panfleto. Yo creo que la novela es un buen territorio para reflexionar sobre el mundo sin las ataduras de los prejuicios.

L.G.- Saramago siempre decía que es una herramienta capaz de cambiar el mundo por si misma...........

J.M.F.- La verdad es que quienes podemos cambiar el mundo somos los ciudadanos, todos nosotros. La literatura es tan sólo una herramienta más del pensamiento. Útil pero no suficiente. Una de las grandes lecciones de la transición política española fue que cada uno de nosotros puede contribuir a cambiar las cosas, a mejorar la vida. Evidentemente, después no todo es como a uno le gustaría que fuera, pero cuando veo el debate de hoy en España recuerdo el miedo y la represión de la época de Franco, cuando yo era militante clandestino del Partido Comunista de España, y no puedo dejar de decirme que entre todos hicimos algo bueno: es mucho mejor vivir en libertad y poder defender nuestro derechos y puntos de vista. Es una pena que esa conciencia se haya perdido y que cada vez haya más gente que considere la política como cosa de los políticos. Debatir ideas en bueno, escribir ayuda, pero la soberanía nacional reside en el pueblo, o sea, en todos los ciudadanos, y por tanto en responsabilidad nuestra cambiar las cosas. Los escritores somos tan sólo uno más.


L.G.- ¿Qué le ha quedado de su estancia en Gijón, de su vinculación con su amigo Sepúlveda?

J.M.F.- Gijón es una ciudad a la que estoy vinculado desde mi infancia porque en ella veraneaba con mi familia. Después ese vínculo siguió gracias a festivales literarios como la Semana Negra y el Salón del Libro Iberoamericano. Además he vivido allí durante años por razones personales, tengo amigos del alma como Luis Sepúlveda y Carmen Yáñez y la sigo considerando como un hogar. Gijón forma parte de mi país, que no coincide con ninguna frontera reconocida sino con la geografía de afectos que me ha ido dando la vida. Por eso en él hay ciudades como Gijón, La Habana, París, Getxo, Madrid, Granada, Lisboa, La Habana, Bogotá, Barcelona, la Guadalajara mexicana o Roma.

L.G.- ¿Y de donde le viene esa sensación de ser un tanto apátrida?

J.M.F.- De la convicción de que todo hombre es más grande que la tierra que le ha visto nacer: Ningún hombre verdaderamente libre, es decir, que se niegue a ser prisionero de sus raíces, cabe dentro de las estrechas fronteras de una patria. Uno es quien es. Tus raíces viajan siempre contigo, pero te haces grande compartiendo la grandeza del mundo y la diversidad de sus gentes.


L.G.- ¿Qué esta preparando actualmente José Manuel Fajardo?

J.M.F.- Ahora estoy terminando un libro de relatos junto a dos grandes amigos y escritores, José Ovejero y Antonio Sarabia. Cada uno está escribiendo dos relatos, pero todos los textos tienen por protagonista a un mismo personaje, una fotoperiodista aventurera llamada Noela Duarte. Y ya he comenzado a trabajar mi nueva novela, que llevará por título “Jamaica” y con la que quiero cerrar la trilogía, que empecé con “Carta del fin del mundo” y “El converso”, sobre la huella de los judíos conversos en la historia de España.



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