Agnosia

Yo estaba en la carretera, en mitad de un paraje vastísimo en el que no podía distinguir horizonte alguno; una zona desértica, deslumbrante de plana y abierta. Estaba totalmente colgado, cegado por la luz del mediodía, desnudo y sin una idea coherente sobre dónde me encontraba ni por qué.

De pronto, comencé a percibir un rumor muy leve que apenas sí me pareció distinto al todo que me contenía. Miré hacia la carretera... Al principio no vi nada, pero después, en el horizonte, pude discernir un cuerpo borroso que se acercaba titilando hacia mi posición. Me puse a caminar hacia ello y vi que era un autobús. Utilicé los puños para frotarme los ojos y lo miré con mayor detenimiento. Fijé mi atención en el letrero que llevaba al frente y vi que el letrero decía: FURTHER.

Estertor

Echando el resto, como se dice, el partido ha logrado hacerse fuerte de nuevo y está viviendo un momento de gran vitalidad. Los individuos que desempeñan alguna función activa a lo largo y ancho de su metacuerpo se felicitan entusiasmados, ya que han conseguido imponerse a los otros grupos y piensan que la situación se presenta estable, bien definida en sus reglas y con el número de jugadores idóneo para no perder el culo en una emboscada sorpresa que no pueden ni imaginar.

Pero un extraño cosquilleo viene a incordiar de vez en cuando, y como ya se temía en secreto, el inopinado huésped se presenta con mayor asiduidad, inadvertidamente al principio, como un vicio que se revela desde las sombras en condena y razón de ser de una persona. Es Navidad, están junto al fuego del hogar, y llama a la puerta principal. Se puede observar en sus caras, por TV, por la calle, entre sus altos representantes y sus militantes de a pie. Es una especie de ultracuerpo, una inyección de veneno que se ha vuelto extrañamente familiar. Detenidos en un trance síncrono, los obispos alzan los brazos y se lanzan de cabeza a los abismos.