La casa del olivo, es la segunda parte de la autobiografía de Carlos Castilla del Pino. La primera entrega ( Pasado imperfecto), que obtuvo el IX Premio Comillas de literatura memorialística, constituía un relato minucioso de la infancia y juventud del psiquiatra andaluz. La que ahora se presenta parece más bien un conjunto de apuntes en el que el peso se lo llevan los años vividos bajo la bota franquista.

La temática de esta segunda parte se ordena según dos ejes fundamentales: los avatares profesionales del autor y su actividad como publicista ideológico progresista.

Respecto de la primera cuestión, sobresale la pugna de Castilla con los mandamases de la psiquiatría oficial franquista que, con López Ibor a la cabeza, le suspendieron una y otra vez en todas las oposiciones a las que se presentó- en una de ellas les echó sus papeles a la cara, se dio media vuelta y se marchó.

En cuanto a su vertiente como conferenciante y escritor, quizá la más conocida, sorprende su intensidad y tenacidad, poniendo en circulación nuevas teorías psico-sociales, en vigencia en Europa y norteamérica , a lo largo y ancho de la pell del brau. Obras tan excelentes como La incomunicación o el tantas veces reeditado Un estudio sobre la depresión no son sino hitos de una trayectoria intelectual sólida y afinada.

Esta segunda parte de la autobiografía, sin embargo, desmerece en conjunto de la anterior, más cuidada literariamente, pero no deja de ser de interés por cuanto que constituye un testimonio curioso de los años finales del franquismo y, sobre todo, por los retratos que ofrece de un buen número de gentes que , años antes o años después, fueron personajes de la vida pública española.

En cualquier caso, se trata de la obra de un icono referencial de la lucha anti - franquista que resume, en el relato de sí mismo, a toda una generación. Como llegó a decir Luis Carandell:

Al pan , pan y al vino, vino
y en psiquiatría, Castilla del Pino.