OPINION: Cruce de caminos - "Imagina" maría luisa balda
El paisaje que rodea a los occidentales exige ahora que actuemos como actuaron nuestros padres, como nuestros abuelos: ahorrando cada día como ahorraron ellos, conservando lo que tenemos, cuidando la tierra para que nos dé alimentos y para que nos permita seguir habitándola.
Podemos pensar que nuestros padres, o nuestros abuelos, fueron ahorradores por necesidad: carencían de casi todo y no tenían capacidad de gasto. Y, bien cierto es que nuestras circunstancias son distintas: en este tiempo estamos ahítos de bienes y de servicios que atiborran todo tipo de escaparates. Y también es cierto que nos sabemos bombardeados por estímulos que nos impelen a consumir y consumir
Por todo esto, si queremos resistir la presión hacia el despilfarro, deberemos cambiar bastantes aspectos de nuestro estilo de vivir en sociedad y, entre otros, es imprescindible que empecemos a interpretar de diferente forma muchas actitudes que, sin conciencia plena, hoy juzgamos y condenamos:
- creemos que si no gastamos, si no consumimos (cada uno dentro de su grado y estilo de gasto), quedaremos mal: como cutres, como rácanos, como pobres de bolsillo y de espíritu;
- quien decide ir en bicicleta, o en autobús y tren antes que en el coche, que se queda aparcado en el garaje, es calificado de excéntrico;
- quien se queja del gasto innecesario de luces navideñas o procura apagar lámparas inútilmente encendidas es llamado pobretón;
- si alguien controla el agua caliente, no abusa de la fría, ni asfixia las paredes de su casa por exceso de calefacción, éste será tachado de exagerado;
- si otro se niega a comprar muebles baratos, construidos con maderas tropicales, le dirán que pierde una oportunidad y que otro más listo se aprovechará de ella,
- y así hasta el infinito.
Imaginemos por un momento que estas percepciones cambian, y que las conductas que tienden a proteger la Vida fueran interpretadas como lo que son: actos de seres conscientes, de personas que se saben meros inquilinos del mundo, como bien canta Diego Carrasco.
Imaginemos ahora que exigimos coherencia a los poderes públicos y que éstos colaborasen con medidas tendentes a la reducción del gasto.
Imaginemos que logramos entender la palabra ahorrar en su significado primigenio -dar libertad al esclavo, libertar al prisionero- y consiguiéramos librarnos de la tiranía de las cosas.