Me gustan las Olimpiadas. Desde pequeño. Supongo que no puedo evitarlo. Seúl`88 fue mi bautismo de entusiasmo olímpico. Aún recuerdo aquella mítica carrera de los 100 metros lisos entre Ben Jonson y un Carl Lewis alucinado viendo pasar a esa locomotora canadiense que más tarde se supo que iba con exceso de combustible. Dentro de mi imaginario infantil también recuerdo un chándal gris de algodón que con el logotipo de Seúl (una especie de espiral tricolor) regaló la marca láctea RAM. Todo un hito comercial cuando las promociones estaban en pañales.
Recuerdo el ambiente que rodeaba (y rodea) esos días y que me encantaba. Era ver deporte y hablar de deporte todo el día. Eran habituales palabras como semifinales, finales, ejercicios, eliminatorias, ilusión, decepción, plusmarcas, récords y medallas.
En ninguna otra competición se contiene tanta emoción ni se valora tanto el esfuerzo de un atleta por llegar al podio. Supongo que eso es el, a menudo adulterado, espíritu olímpico. La sensación de entrega constante durante veinte días seguidos es lo más me apetece sentir cada cuatro años, cada vez que se enciende el pebetero olímpico.
Por otro lado, me confieso un apasionado de ver deporte y ésta es una oportunidad única de disfrutar y aprender de tantas disciplinas en tan poco tiempo. Incluso sin ninguna selección que me importe luchando por medallas disfruto como un enano viendo cada competición. Divertidísimo.
Qué me dicen de la gimnasia, nombres como Vitaly Scherbo, Yuri Checci, Nadia Comaneci, Alexei Nemov o Catalina Ponor resuenan en mi cabeza realizando ejercicios meditados, complejos y bellos. Cada cuatros me convierto en un especialista consumado y temporal del judo (por ejemplo) con los Koka, el Wasari y los temidos Yppones. O también de Waterpolo, Baloncesto, Saltos (doble carpado hacia delante), Natación o incluso Trapp y doble Trapp.
Me encantan la ceremonia, los ritos rescatados de la antigua Grecia hace más de un siglo por Pierre de Coubertin y que esta edición han tomado un significado especial regresando al mítico estadio Olimpia. Ver la competición de Peso desde el mismo sitio donde en el año 776 A.C. lo hicieran los atletas griegos es algo que a poca gente debe dejar indiferente. Los últimos grandes atletas desde el sitio donde comoenzó todo. Apasionante.
¿Se acuerdan Vds. de Barcelona´92?. Espero que sí. Cada vez que lo hago no puedo evitar la emoción ni la piel de gallina. Desde esa ceremonia preciosa que culminó con un cálido HOLA al resto del mundo hasta la canción de la Caballé con Freddy Mercury pasando por ese espectáculo verdaderamente increíble que fue el encendido del pebetero con un arco y una flecha. Alucinante.
Y después?, sirva como botón de muestra el auténtico partidazo de baloncesto que llevo grabado a fuego en la memoria. Final de los JJ OO. Croacia usa. El mejor equipo europeo con los divac, kukoc, Radja, perasovic y el mejor Drazen Petrovic contra el mejor equipo del mundo, el Dream Team de Jordan, Jonson, Bird, Ewing, Malone, Barkley o Drexler. El marcador? 85 117. pero a quien le importa.
Curiosidades, anécdotas y marcas que hicieron de Barcelona´92 los mejores Juegos Olímpicos de la Era moderna. Siendo testigo atónito e infantiel tumbado en la alformbre de mi casa de todo eso creo que es obvio por qué me encantan y emocionan las Olimpiadas. En cierto modo sigo soñando en convertirme en un campeón Olímpico. Quién sabe.