nº 54 - Octubre 2004 • ISSN: 1578-8644
Con el tiempo en brazos
"La paz de los suicidas"
ana márquez
Nadie me enseñó cómo permanecer intacta ante esta lepra ictérica que siempre le puede a octubre. No tiene el otoño muchas armas para contrarrestar lo amarillo. Porque la muerte es amarilla. Digan lo que digan.

O azul, dirían otros, más románticos, mientras jalean el exhibicionismo derrotista de quien murió de soberbia, mar adentro, en medio de una orgía de trompetas. Como si allá, en el fondo, burbujeara entre las algas la paz de los suicidas.

El resentimiento ante la moral trasnochada de ciertas instituciones, antaño opresoras, parece legitimar cualquier contradicción . Los progresistas enarbolamos como dogma y por sistema los preceptos que la Iglesia antes ha desestimado por diabólicos. El resultado es que acabamos necesitando a la Iglesia para elaborar nuestros propios criterios. Esperamos su ying, para golpearles con nuestro yang, como adolescentes díscolos saboreando las dulzuras de la desobediencia. Y así va rodando el mundo.

Pero olvidamos que la Verdad tiene grietas por donde piden paso la realidad y sus infinitos matices. Obviamos que la libertad de expresión de un solo individuo acaba justo donde empieza la frontera del dolor de muchos otros. Nos vemos obligados, entonces, a elegir entre “parecer” progres o “ser” justos. Justos y respetuosos con un colectivo demasiado acostumbrado a digerir ese pan ácimo de compasión que nunca solicitaron. Naturalmente, casi siempre se impone lo primero. “Que me llamen injusto, pero no meapilas”. España y sus complejos.

Este año octubre amarillea de puro azul. Y yo no me siento con fuerzas para permanecer intacta ante tanta hoja, tanta muerte jaleada y tanto mar de sobra.

Ilustración: Ana Márquez
(Pinchar sobre la imagen para ampliarla)