El cartel casi impedía el paso de los viandantes que bajaban hacia la Piazza de Barberini. Menú : 11, 90 € decía con grandes letras mayúsculas. Entraron y bajaron hasta lo que parecía un antiguo pub reconvertido en ristorante. Los platos fueron insulsos y llegaron tarde, pero lo que resultó más sorprendente fue il conto. Porque al precio base se habían sumado, como por arte de birlibirloque, las siguientes cantidades: copperto: 3 €, pane: 2 €, servizio: 2 €... además de 4 € por una birra piccola y otros 4 € por un capuccino, siendo el monto final...¡ para qué decirlo! Salieron del ristorante con la convicción absoluta de haber sido estafados una vez más.
Se habían sentido así desde su llegada a Roma y su sentimiento se había vuelto tan desesperado que, huyendo de las multitudes que les arrastraban desde el Coliseo hasta el Vaticano pasando por la Fontana de Trevi, se habían refugiado en las orillas del Tiber, para dar largos paseos entre olmos y plátanos frondosos.
Era cierto, no obstante, que habían encontrado algunos islotes donde todavía parecía reinar cierto sentido común, como la divertida librería-restaurante Bibli, en una calle perdida del Trastevere, el nunca suficientemente elogiado Antico Caffé Greco, o aquella trattoria de nombre de fábula La volpe en el barrio de San Lorenzo. Pero , por lo demás , el deseo de explotación del viajero , tratado siempre como consumidor compulsivo, había sido tan manifiesto como repugnante.
La última tarde, sentados en una terraza de Campo de´Fiori, bajo la atenta mirada de la oscura estatua de Giordano Bruno, comentaron que probablemente, con el tiempo , se desarrollaría otra forma de viajar que vendría a sustituir a este modelo masificado en el que se ha vuelto muy difícil cualquier género de contemplación.
Se preferirán, decían , los lugares pequeños, escondidos, en los que los monumentos no sean más importantes que las personas y donde los viajeros no tengan que poner precauciones continuas para no ser engañados. Lugares que no precisen validarse con videos o fotografías digitales y en los que no sea fundamento de nada haber estado si no estar todavía física o mentalmente. Lugares, en fin, para la vida , y no para el consumo delirante de apariencias y falsas historias milenarias.
Roma , città aperta? parecía susurrar, entre tanto, il nolano, mientras sonreía secretamente desde su pedestal, tal y como lo hizo cuando fue conducido a la hoguera en el 1600 después de Cristo.