nº 56 - Noviembre 2004 • ISSN: 1578-8644
CINE:
"Confesiones de una mente peligrosa"
david navarro lloret
Películas como esta Confesiones… demuestran que hay que tener mucho poder en Hollywood para aspirar a algo más que entretener. George Clooney dirige con guión de Charlie Kauffmann (adaptando el libro aubiográfico de Chuck Barris) y cuenta en la producción con asiduos como Amy Cohen –desde Abierto antes del amanecer (1996)- y Steven Sodderbergh, director cuya carrera se cruza con la de Clooney en múltiples proyectos.

El actor que se dio a conocer con la serie Urgencias logra conjugar, en su primer film como director, referencias culturales y subtramas atractivas para Hollywood sin renunciar a una estética que desafía las convenciones de los films taquilleros y, que, lo más importante, es coherente con el fondo del discurso. Para lograrlo combina recursos de gran agilidad visual con otros, los menos, con un enfoque, a veces subjetivo, otras veces –las menos- surrealista..

El realizador novel no permite un desdoble caprichoso del personaje –como hiciera Ron Howard con Una mente prodigiosa- ni se queda en la dicotomía claramente perfilada, que son los mayores riesgos de un proyecto tan complejo. En lugar de esto, trata de tejer una malla sólida en la que las distintas dimensiones del protagonista, eje único del relato, se yuxtaponen en sus tres escenarios fundamentales: El Chuck Barris amante, el productor televisivo y el espía.

El verdadero mérito de este tratamiento es que es que se consigue mezclar las partes sin perder el todo, conformando una alegoría de la vida como juego de intereses cambiantes y necesidades vitales más o menos fijas que determinan la pequeña gran historia que hay en cada ser humano.

El artificioso final, no por manido y relamido sino por alejado del discurso del resto del film, es el tributo que un film con vocación artística pero destino taquillero debe pagar para no perderse entre la extensa filmografía de calidad olvidada.

George Clooney, en su ópera prima, no innova ni arriesga –dirige rodeado de contrastados profesionales- pero se esfuerza en pulir los planos y las transiciones, incluyendo juegos malabares que se adecuan a lo que quiere contar y son necesarios para realizar un biopic que trasciende las fronteras de lo íntimo del personaje.

Confesiones de una mente peligrosa no es una mera denuncia de las manipulaciones del poder ni una réplica a las biografías de los prohombres del imperio norteamearicano al estilo de El escándalo de Larry Flint. El film de Clooney pone en el disparadero a un ser humano, cuyas pasiones más bajas (sexo, dinero, poder y violencia) son alimentadas por el mismo sistema que nos alumbra –y quema- a todos para que este sistema se retroalimente y se perpetúe en el tiempo.

El ser humano es frágil, manipulable y corruptible hasta terminar cediendo a todo menos a la conciencia. Pues, según Kauffmann, Clooney y el protagonista Barris, no hay vuelta atrás sino en el trasfondo del propio alma.


David Navarro LLoret
david.navarro@wanadoo.es
Escritor, redactor y guionista