nº 56 - Noviembre 2004 • ISSN: 1578-8644
Paseos desde Praga
elena buixaderas
El otoño madura sobre los robles y las acacias dejando un ocre remanso al que aferrarse cuando todo parece demasiado difícil. Cierro los oídos (no quiero saber cómo se apalea a los ciudadanos en Minsk, cómo mueren niños en Darfur) y me destapo los ojos para contemplar desde mi ventana este estallido luminoso sobre tejados y colinas.

La fecundidad a veces es tan incomprensible y tan rotunda que se abre paso por decisión propia. Los árboles y las mujeres parimos nuestros frutos a cualquier precio, aquí en Praga, o en Sudán; en tiempos de calma, o de guerra; a la luz del día o en las sombras nocturnas.

Mientras uno camina por el bosque de Hvezda escucha el crujir de las hojas amarillas, los chillidos de los niños. Aterrizan los aviones a unos pocos kilómetros y eso es el sonido más fatídico que empaña los oídos.
Es una suerte estar aquí.


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