Llevo a cuestas toda la prisa que puede cargar mi agenda. Desollando la piel del asfalto me empuja a la vorágine un viejo dios griego que ríe a carcajadas, burlándose con sus pupilas crueles como cronómetros. El tiempo se nos deshoja en las esferas de todos los relojes como se deshojan sobre las tumbas de noviembre los álamos y la memoria .Disculpe, tengo prisa...
Dicen que la Muerte está tan segura de su victoria que nos ofrece toda la vida de ventaja. Y nosotros aceptamos el reto, respetamos las reglas y corremos, corremos, sudorosos, conscientes, quizás, de las escasas glorias que caben en setenta años. Pero el mármol último que sofocará nuestra premura aguarda ya su turno en las canteras. Lo pule el mismo sol que ahora asiste a nuestro vivir urgente.
Desengañémonos, si mueren los superhéroes también nosotros seremos restos del naufragio final en que se disuelve todo. Cuando se nos detenga el baile de los segunderos, la agenda descenderá al infierno de los cajones preñada con todos los horarios caducados. Nada más. Es ley de muerte.
Y se quedarán los pájaros cantando...