No quisiera dejar pasar la oportunidad de traer a esta página dos películas diferentes pero igual de interesantes:
El bosque, del exitoso director M. Nigth Shyamalan, y
Collateral, de Michael Mann.
Quienes no disfrutamos con la tensión psicológica o el susto fácil, pensamos que Shyamalan es un director tramposo y efectista, cuyo suspense está ejecutado a través de planos sorpresivos y música impactante, pero cuyos guiones pierden fuerza a lo largo del metraje. La cualidad de El sexto sentido era su capacidad de hacerte reflexionar y volver sobre la propia película para entender que el director te había engañado y que Bruce Willis no era sólo un psicólogo infantil. Yo, sin embargo, disfruté mucho más con El protegido, quizás porque reflejaba el mundo del comic y el de los héroes y antihéroes del que siempre he sido un fiel seguidor. En ambos casos, la estructura formal era idéntica: una presentación de los dos protagonistas principales, encadenamiento de sorpresas y giro final de 180 grados que te hace revisar lo que hasta entonces has visto. Hitchcock decía que al espectador no se le podía engañar, y la sensación en ambos casos era de absoluto engaño.
Señales, la tercera película de Shyamalan podía haber sido filmada en los años sesenta y proyectada en una de esas sesiones dobles. Inquietante y sugerente, pero llena de tópicos, resultaba atractiva hasta que se desinflaba en los últimos minutos (hasta el extremo de hacernos ver físicamente al extraterrestre, cuando lo atractivo de la cinta era precisamente el desconocimiento de la imagen de éste).
Los aficionados al cine de terror esperaban que El bosque se pareciera a El sexto sentido, y quizás por ello la sorpresa al salir del cine es mayúscula. Sin embargo, y dejando a un lado los pequeños trucos para provocar tensión, El bosque es un filme lleno de matices y dobles lecturas, una fábula moral sobre el comportamiento del ser humano. Una sociedad para su desarrollo tiene que permanecer unida, y la mejor manera de hacerlo es contar con un enemigo externo (aquéllos de los que nos hablamos) que está ahí y que nos recuerda el peligro de cruzar la frontera que la propia comunidad nos marca. El miedo como sistema de control y una interesante muestra de buen cine.
Tom Cruise también es malo
Es este comportamiento del ser humano lo que me lleva a Collateral, el último filme de Tom Cruise y por extensión de Michael Mann. Un taxi y dos personajes son la base argumental de este trepidante thriller del director de Heat". Y sin embargo, no se trata de una vulgar película de acción, sino que nos hallamos ante un retrato obsesivo de dos personalidades ligadas a una casualidad. Collateral está plagada de diálogos, de enfrentamientos verbales que nos permiten analizar la condición humana: la hipocresía, la defensa del propio yo cuando la presión nos hace revolvernos, la construcción de castillos en el aire que nos permitan vivir. Personajes que se autoengañan para capear el temporal de la vida, capaces de llevar una existencia plana en favor de ilusiones que ellos mismos saben irreales.
Y al final, la demostración palpable de que cualquiera de nosotros puede conducirse de una manera inesperada si se ve con la soga al cuello, como lo hará el taxista (un genial Jamie Foxx). Y Vincent - Tom Cruise no es un asesino acartonado que incite al rechazo, sino un malvado ambiguo y atrayente, consciente de su propia condición y capaz de obligarnos a reflexionar sobre la naturaleza de su propio trabajo.