David González, saxofón. Estudia un promedio de seis horas al día. Comparte piso con tres compañeros músicos y un estudiante universitario. Mi sueño es poder ir algún día a Burdeos. Allí están los mejores profesores de saxo del mundo y el ambiente general es perfecto si uno quiere progresar. Además de volcarse en el saxofón alto, David estudia piano. El año pasado, ganó uno de los premios de Art Jove.
Nieves Pérez, flauta travesera. En realidad a Nieves le hubiera gustado tocar el violín, pero como no encontró plaza en el Conservatorio, se conformó con la flauta. Toco tres horas al día, y alguna más si estoy preparando un concierto En un futuro, piensa poner todo su empeño en conseguir una plaza en la orquesta sinfónica; hasta que lo logre, ejercerá de profesora. A pesar de su excelente nivel, Nieves nos confiesa: Hay días en que parece que la flauta toca sola, y otros en que me resulta una desconocida. Cuando esto ocurre, es mejor dejarla y dedicarse a hacer otra cosa
Francisco Huguet, xeremía. A Xisco le entusiasman los instrumentos de viento. Comenzó estudiando clarinete pero tuvo que dejarlo ante la imposibilidad de compatibilizar las clases con su trabajo como enfermero. Hace diez años, entró en contacto con un grupo de baile mallorquín y junto a ellos comenzó a interesarse por la música y los instrumentos tradicionales de las Baleares, como la xeremía y el flabiol. Muy pronto tuvo que enfrentarse a las primeras dificultades: los profesores eran escasísimos y los fabricantes de estos instrumentos se contaban con los dedos de la mano. Por el momento, lo que más le seduce es la posibilidad de enseñar lo aprendido a las próximas generaciones. Aprobar el examen de ingreso en el conservatorio fue su reto personal.
Juan Roca, contrabajo. Joan es un caso especial; se interesó por el contrabajo hace ocho años y consiguió aprobar, por libre y en convocatorias especiales, el Grado Medio, ya que sus estudios de Biología le robaban demasiado tiempo. Me llamó la atención la forma de este instrumento, su sonido. Es como una chica, no racionalizas porqué te gusta, te gusta y ya está, sigues tu intuición. En estos momentos, combina sus estudios en el conservatorio con su trabajo en una empresa de jardinería, de la cual es copropietario, y triunfa con el grupo Antonia Font, una de las últimas revelaciones del panorama musical balear. Con tanta actividad, no es raro que Joan se queje del plan de estudios El plan está pensado para gente que no trabaja, pero hay asignaturas que no las puedes aprobar si no vas a clase. Es una lástima y una incongruencia.
Jordi Albertí, fagot. Llevar diez años tocando el fagot cuando uno sólo tiene dieciocho, puede considerarse un record. Jordi ha cursado los cuatro cursos elementales, los seis de grado medio y ahora está en primero de superior. Empecé a tocar en la banda de la Almudaina, y el fagot me llamó la atención desde el primer día. Es un instrumento difícil y con un sonido muy peculiar. Jordi está muy agradecido a sus padres, ellos le compraron su instrumento - el fagot más económico sobrepasa los 7000 euros- posibilitando las cuatro horas diarias de ensayo que necesita para aprobar. Además, estudia y acude diariamente a las clases del Conservatorio. Mi gran sueño es llegar a tocar en una banda o en una orquesta. Sinceramente, creo que los músicos aprendemos y nos esforzamos para luego poder tocar, y no para quedarnos en la enseñanza.
José Vicente Franco, tuba. 12 de los 19 años de José Vicente han sido empleados en conocer los entresijos de la tuba. Lo primero que me llamó la atención de este instrumento fue su sonido, tan diferente de cualquier otro. Natural de Valencia, este chico se trasladó a Mallorca al enterarse de que David LLácer sería su profesor en el Conservatorio. A él le gustaría seguir aprendiendo en Holanda y en Alemania, pero antes intentará hacerse un hueco en una orquesta. Para ello ensaya 5 horas al día y asiste a las clases teóricas. Un enorme esfuerzo que, pese a todo, le compensa.
Queridos Reyes Magos:
¿Son estos los jóvenes, hedonistas y amorfos, que crecen mamando videoconsola, porro y botellón? ¿Son éstos los jóvenes que, alucinados por las drogas de diseño y repartiendo risas imbéciles, toman las discotecas al asalto? ¿Sabían ustedes que algunos de estos chavales, menores de edad, se quejan de las dificultades que encuentran a la hora de ubicar sus chelos en un petardeante autobús municipal? ¿Podrían ustedes traer en sus sacas alguna beca o subvención? ¿No podríamos conseguir, entre todos, que nuestros músicos tengan oportunidades dignas de ejercer su profesión? ¿No se podría integrar la iniciativa privada en el patrocinio cultural e incentivar el mecenazgo mediante una muy atractiva desgravación fiscal? Ojalá se acuerden ustedes de nuestros chicos este año, pues los políticos suelen estar muy ocupados financiando AVEs que no vuelan, posguerras interminables, televisiones que no educan y, si el guión lo exige, comprándose un chaqué que realce, aún más, la cortesana comparsa de una boda al estilo Borbón. Invertir en estos chicos me parece una gestión acertada. Si el futuro es suyo, hagamos algo por su presente, algo más que prohibir el botellón, incentivar el consumo de música enlatada, cerrar salas de ensayo y abocarlos al casting de Operación Triunfo. Se trata de nuestros hijos: Ellos lo merecen y nosotros también, ¡qué caray!.