El lector de este artículo se encuentra ante un paredón de papel virtual en el que ha sido fusilado un texto por un pelotón de un solo soldado, pacifista y contrario a la pena de muerte, que una vez apretado el gatillo de la trascripción de un buen número de renglones ajenos, quizás podría recurrir -para armar su defensa ante el alto tribunal de las convicciones traicionadas- a la cáustica y despreocupada ironía de Marcel Duchamp, firmando un urinario encontrado en un basurero con el nombre de Richard Mutt y convirtiéndolo en una obra de arte original por el simple hecho de exhibirlo en un pedestal con el título de Fuente, o quizás podría optar por una defensa más literaria, metaliteraria incluso, recurriendo a las virtudes del reglamento del plagio que incluyó Bernardo Atxaga entre los relatos de Obabakoak.
El texto fusilado se corresponde con el diálogo que viene a continuación y está extraído del final de un libro de memorias de Oriana Fallaci escrito en 1969 tras su estancia como corresponsal de guerra en Indochina, titulado Nada y así sea.
- François, ¿te he dicho alguna vez lo que me preguntó mi hermana antes de de que fuese al Vietnam?
- No
- Me preguntó qué es la vida y no supe contestarle. Pero quisiera darle ahora una respuesta.
- La vida
Hay tres mil millones de hombres en esta tierra y cada uno te dará su definición de la vida
Tienes que admitir que la vida no es lo mismo para un indio que nace y muere sin saberlo, para un norteamericano que distribuye el pinchazo, para un vietcong que ataca a un carro de combate con tres balas en un fusil
La vida
- ¿Qué es la vida, François?
- No lo sé. Pero a veces me pregunto si no será un escenario donde te envilecen de arrogancia, y cuando te han envilecido has de atravesarlo, y para atravesarlo hay muchas maneras, la del indio, la del norteamericano, la del vietcong
- ¿Y cuando lo has atravesado?
- Cuando lo has atravesado, se acabó. Has vivido. Sales de escena y mueres.
¿Y si mueres de repente?
- Da lo mismo. Puedes atravesar el escenario con mayor o menor ligereza. No cuenta el tiempo que emplees en hacerlo, cuenta la forma de atravesarlo. Lo importante es atravesarlo bien.
- ¿Y qué significa atravesarlo bien?
- Significa no caer en la concha del apuntador. Significa pelear. Como un vietcong. No dejarse degollar, no tumbarse al sol, no paralizarse bajo el pinchazo, no charlar por los codos y nada más como hacen los hipócritas y, a fin de cuentas, también nosotros. Significa creer en algo y pelear. Como un vietcong.
- ¿Y si te equivocas?
- Paciencia. El error siempre es mejor que la nada.
- François, ¿recuerdas los cuadernos que llenaba en Saigón? Creo que los utilizaré, que escribiré el libro.
- Bueno. Y si te equivocas, paciencia.
El soldado del pelotón podría seguir apretando el gatillo y fusilando el texto, aun quedan algunos párrafos para que el libro concluya con un Nada, y así sea inspirado en la estrofa de una vieja plegaria. Podría, pero el artículo termina aquí. Así que, de acuerdo con lo dicho al principio y una vez finalizada la ejecución, ahora quizás habría que firmar el artículo con el nombre de Richard Mutt o tejer un argumento exculpatorio según los preceptos del Método del plagio. Aunque si el tribunal, además de un juez, lo presidiera un hombre justo, probablemente, solventaría el caso diciendo que basta leer cualquiera de los últimos escritos periodísticos de Oriana Fallaci para saber que el texto fusilado hace ya muchos años que rompió cualquier vínculo con su antigua autora.