... a Luis
Quizás aquella mañana a los pájaros se les quedó helado el trino. Tampoco ellos estaban acostumbrados a ver adargas caballeras espantando moscas y cosquilleando la sordera del cielo con su marcialidad abollada. El adalid de los de abajo. El mayor desatino del pobre hidalgo desquiciado era pensar que la justicia podía o puede hacer genuflexiones ante la humildad de los sin nada.
El caballero creía que el amor no necesita de la epidermis para ser perfecto, que a ciertos dragones basta con enfrentarlos, que todos los presos son presos de conciencia, que en el hueco rudimentario de una bacía-realidad cabe la gallardía de un yelmo-fantasía. No se puede ser tan cuerdo sin estar loco.
La del alba sería cuando el hidalgo salió, bruñendo con las burlas el óxido de su escudo, a desafiar a todos los enemigos de lo humano ... Que un solo caballero es el que os acomete. Pero toda la fantasía del mundo nada puede contra la muerte y su realidad última, antídoto de cualquier delirio por hermoso que sea.
Y se quedó el alba sola, descubriendo una bacía vulgar, unos presos criminales, un amor epidérmico, los dragones de siempre... y unos pájaros atónitos...