nº 51 - Junio 2004 • ISSN: 1578-8644
Apuntes al natural
"El cuerpo vivo y la memoria vacía"
joel lópez astorkiza
“La memoria es una gran traidora”
Anaïs Nin. (1909-1977)
Escritora americana

Después de recorrer muchos caminos, muchos sentimientos, anécdotas, alegrías inmensas y profundas tristezas, lo que nos queda en un epílogo más o menos largo es el recuerdo de tantos instantes acumulados en la memoria. Momentos y sensaciones almacenadas con el único fin, después de esculpirnos en el minuto mismo en que se producen, de recordarlas convertidas ya en el batallón del ayer.

Pero si, llegado el momento de comenzar a escribir el último capítulo, el último gran derroche de energía antes de cerrar el libro (de mayor o menor calidad), no hubiese nada que contar, no hubiese quedado nada de lo vivido en los epígrafes anteriores, si el batallón hubiese muerto de soledad y olvido. ¿Qué nos quedaría? Nada más que un cuerpo vivo y una memoria vacía.

Paradójicamente, ante esta tragedia, el anciano que consume sus últimos días en el asilo no sufre lo más mínimo. Y no lo hace por que es una persona diferente a la que tenía memoria. No recuerda lo que fue (bueno y malo) y no es consciente de que ha olvidado una vida entera. Ahora el capítulo a escribir es un prólogo eterno. Todos los días son el primero.

El sufrimiento y sobre todo la inmensa y profunda tristeza proviene de aquellos que visitamos el asilo y no olvidamos que ese anciano que te mira con inocentes ojos perdidos fue otra persona que ha vivido, luchado y soñado todos los días de su vida. Provoca una sensación de decepción y de fatiga ver que esos ancianos se han ahogado en la orilla después de tanto nadar y ni siquiera recuerdan a sus hijos. Quizá sea ingenuo decirlo pero es injusto. ¿Qué mal habrán cometido para ser privados de algo como los recuerdos?. Es injusto y cruel. Cualquiera diría que lo provocan los seres humanos.

Como esa señora, la acabo de recordar, pequeña, con pelo blanquecino, sonrisa dulce y con una revista en la mano que a falta de visitas siempre la veo sentada en una butaca que casi la devora acariciando con un mimo que asusta las fotos de niños e hijos de buena familia que busca en las páginas que hojea y apretuja.

Visiones que cansan y empequeñecen. Que cabrean y enrabietan. Que te resignan al azar de la memoria o del destino o del futuro o de Dios o de quien sea. El caso es que después de recibir esas miradas mejor será que sigamos escribiendo nuestra vida sin epílogo. Día a día y mañana ya veremos. Por si acaso.


"Memoria" de René Magritte