A veces llegan hasta nosotros libros inesperadamente, libros que el azar nos proporciona y con los que la suerte nos sobresalta. Libros de los que no se encuentran reseñas cercanas y de los que no se ha oído hablar. Textos que nos sorprenden tanto por la claridad de su calidad como por lo bien silenciado de la misma. Se trata en este caso de Ojos de gato y otros poemas, obra de la poeta italiana Rita Baldasarri publicada por Icaria en 1997, una obra que contiene poemas bellísimos y discretos como felinos.
La autora ha publicado ensayo y siete libros de poesía por los que ha recibido, entre otros, el premio Carducci, el Galla Placidia, La Camerata dei Poeti y el Europa . Es alguien que cuenta con un amplio reconocimiento internacional frente a esta escasa y única presencia en el mercado editorial español, lo que ilustra según Carlos Vitae - autor del prólogo , selección y traducción de Ojos de gato - la poco atención con la que aquí se trata a la poesía italiana .
Nos ganan estos poemas por su singular sencillez y acertada belleza. Describen una naturaleza que bien puede ser aquélla que se alberga en las ciudades o la que se aloja en el campo más bien amaestrado. Los elementos con los que cuenta Baldasarri para pintar lo que ve, vendrían a ser los colores básicos de un pintor , herramientas de una poética de mínimos que sin embargo he ahí la gran revelación - nunca producen un resultado ni naíf ni simple. Viento, cielo, nube, pájaro, flor, tormenta, estrellas, son los términos que se mencionan y repiten . Hay un cierto hilo conductor en la presencia de los gatos saltando de algún poema a otro, y una imagen que se mantiene , la hierba como mar, el juego del viento en esa agua, el verde de la ola de heno. La maestría de su autora además se arma calladamente bajo el texto para erigir un bastidor de imágenes desapasionadas. No hay opinión, sólo la constatación del hecho natural, tampoco hay ningún yo, sólo un enlace en algunos de los poemas a un nosotros del que no habrá juicio alguno, sólo alguna pregunta sin respuesta: Qué clase de hierbas somos.../ pero nosotros qué planta somos.
Aparentemente una poesía sencilla pero que pretende que la palabra deje de escribir y hurgue en su plasticidad, se extienda en el papel confundiéndolo con una paleta para nacerse a otro lenguaje que no le es propio, la lengua aceitosa y grave de la pintura. Rita Baldasarri se arriesga a atrapar con letras la luz, los relentes, las tormentas, lo inasible del viento riachuelo. Y lo más determinante de su poética es que los árboles, pájaros, estrellas e insectos de sus composiciones no son nada más que árboles, pájaros, estrellas e insectos y que dar fe y testimonio de esa verdad tan esencial es su función. La entraña de la verdad está en el ojo: he aquí el isomorfismo de lo ocurrido y lo descrito, una poesía sin aderezo alguno. Nos enseña a mirar y a ver lo que simplemente hay : Y el cielo está revuelto:/ los sonidos se amortiguan. Rueda, al fondo, un trueno/ Hendiduras de gris diluyen el verde de los cipreses./ La ciudad se ha reducido/ a un puñado de caracoles blancos. No habrá una elaboración del pensamiento a partir de la imagen. Es esta misma la que está cargada de significado: Que la hierba ha nacido del agua/ se ve porque es azulada/ y tiene una ondulación/ que acuna un recuerdo de mar/.
Según avanza el poemario algunas de las imágenes se repiten sin hacerlo, como se repiten en la vida diaria los amaneceres y anocheceres, tan iguales y tan distintos. Se incorporan espacios más urbanos en los que las casas tienen ojos y cara y las farolas se animan. El enramado nocturno se transmuta en una ciudad animada como un bosque encantado: Una farola se inclina, sonriendo calor/ dentro del vano del cielo/ y las casa dispersas se apiñan en torno/ con ojos de vidrieras brillantes. Apartado, solo, envuelto por los árboles,/ un caserío gris.... Las arquitecturas viven y el nosotros se desea animal: Y hacerse pequeños/ como la mosca bajo el paraguas de la hoja: / desde allí ver pasar el sol/ y fragmentarse las nubes en el cielo/ y adquirir la sensación/ de esta enorme libertad.
Es la extrema sabiduría de lo sencillo hecha poemas.