Pentagramas, notas, gráficos, números, símbolos, palabras,... ¿Por dónde empezar? ¿Dónde se esconde la dichosa fuente de inspiración? ¿Falta de sensibilidad o del típico conflicto interior que suscite la música? ¿Existe argumento o mensaje donde apoyarse?...
Siete fases sin seguir un orden.
1. Conocer y analizar la historia de la música a través del mayor número de corrientes y estilos. El tiempo en el que vivimos nos permite tener acceso directo a gran cantidad de música de distinta procedencia. Indagar en los auténticos orígenes de todas las músicas para obtener datos e información práctica que eduque el criterio e impulse al mismo tiempo el trabajo creativo.
2. Aprender los mecanismos teóricos y técnicos para llegar a valorar la música más reciente y componer una obra coherente con la actualidad. Buscar una formación musical sólida para adquirir técnica y después ejercitarla constantemente con el objetivo de sistematizar ciertas tareas compositivas. Incorporar las nuevas tecnologías a los procedimientos de composición.
3. Recolectar materiales sonoros siguiendo un criterio propio. Desde los instrumentales hasta los electrónicos. Estudiar las posibilidades que ofrecen los recursos seleccionados analizando su procedencia, grado de elaboración, ductilidad, mezcla, etc. Ser minucioso con cada una de las características fundamentales de los sonidos escogidos, es decir, abordar con rigor sus cualidades acústicas: altura, intensidad, timbre y duración.
4. Establecer contacto permanente con los interpretes, al ser quienes ejercen de transductor acústico de lo escrito. Ellos conocen mejor que nadie todos los secretos del instrumento, las posibilidades de articulación del sonido, nuevas técnicas, soluciones prácticas, etc. Su virtuosismo nos abre las puertas a la experimentación y por tanto deben ser cómplices del compositor, involucrándose en la gestación de la obra.
5. Ordenar cada elemento sonoro en el tiempo y el espacio, definiendo su metamorfosis. A lo largo de la composición los sonidos brotan, se desarrollan y mueren, se superponen formando otros nuevos, su densidad cambia, la perspectiva auditiva se modifica, etc. Resulta imposible detallarlo todo en un papel pero el intento permitirá documentar el proceso.
6. Ser conscientes de que la música se transforma dependiendo del espacio en donde se difunde. Es sorprendente el grado de influencia de este último eslabón de la cadena. Aparentemente indomable pero rebosante de posibilidades de intervención.
7. En el siglo XXI el formato clásico de concierto convive con otras propuestas. La música es sonido, ritual, gesto,... y teatro, danza, imagen, acción, etc. Detrás del estatismo del instrumentista también existe vida, lo que significa ampliar el concepto inicial de componer música.