Como es bien sabido, la Realidad es (demos gracias al Gran Animador) de una consistencia esponjosa. En su seno se entrelazan galerías laberínticas donde se fraguan misterios y arrecian las corrientes. Su naturaleza posibilita el tránsito de cuerpos que se cuelan a través de las paredes. Es bueno dejar fluir, abducir y corporizarse (alabado sea nuestro Padre Vivificante).
No debemos apartarnos del curvo proceder ni de la senda de los caminos que se bifurcan. ¡Ay de aquellos que caigan en el pecado de la endogamia y estrechen su panorámica como los halcones cuando persiguen a su presa, pues serán llamados a esperar ante las puertas eternamente! Regresarán al Inframundo Porticado que espera a los incautos sumido en la noche de los tiempos. Y aquellos que duden, sálvense visionando las Imágenes Sagradas que grabaron los Cuatro Sensores Parabólicos, y aprendan de la Parábola de la Nefasta Cerrazón:
Consta en Imágenes Digitalizadas (nuestro Gran Padre Animoso nos libre de todo mal) que, en los confines del Inframundo Portuado, dejó de estar permitido, o socialmente admitido, el tránsito como modus vivendi. Sobre lo que fueran hermosas campas y fértiles valles, se hicieron construir portones para determinar lo verificable, cancelas ante las cuales era obligatorio discernir un dilema, compuertas que atascaban iniciativas. Las puertas recibieron estatus de primera necesidad y un trato deferente: se pulieron, ornamentaron, vigilaron y blindaron. Jamás el sueño se conciliaba de no ser tras una puerta vigilante (pues la noche era considerada en exceso fluída). Únicamente en el caso de estar atrancados los postigos, conseguía el alma comportarse sin pudor (allí se enfermaba de recelo). La individualidad se concretaba en función de la puerta que se cerrase. El Poder resultó consustancial a la puerta, y quien señorease en una puerta, dominaría la situación.
Tan cegados se volvieron por el vigor de las puertas, que las ánimas caídas en el Inframundo Porticado sufrieron una mutación ontogenética que las apolilló. (Esta terrible consecuencia se constata en el Acta VII, Corte Décimoprimero de los Sagrados DVDs). En un punto de su desarrollo psicosocial, y a causa de la reforma mental a imagen y semejanza de la puerta, dejaron de plantearse otra disyuntiva que no fuera la de cerrar o abrir, ni otra meta distinta a la de atravesar un umbral después de obtener el permiso.
Con el paso del tiempo, cayeron en la herejía y en la adoración de dioses paganos atolondradores. Sépase que los apóstoles y gurús predicaban cómo alcanzar el paraiso y disfrutar de una eternidad cerrada sobre si misma cruzando un pórtico barroco.
En un principio fue la puerta, llegó a rezar en su Génesis. Y a lo largo de sombrías etapas palenteológicas, fueron configurándose en torno a la puerta mares reducidos a lagos, cordilleras concéntricas, ciudades amuralladas con vastos suburbios exteriores en donde crecían los estercoleros al pie de los portillos.
Era tras era y puerta a puerta, el universo fue cuadriculándose. Comenzaron a acumularse al otro lado de las puertas traseras cantidades ingentes de marginados que obtenían la calificación de desaprensivos, forasteros, envidiosos o delincuentes. Todos estos desvalidos esperaban ante las puertas; las aporreaban, manoseaban y afeaban .
Los sacerdotes porteros consideraron inevitable tomar drásticas y justificadas medidas. Los legisladores se afanaron en promulgar nuevas cortapisas, los arquitectos en diseñar sofisticadas portezuelas secretas, los estilistas en desarrollar nuevas tendencias de vanguardia (neoclásicas, giratorias, abatibles). Ningún material parecía suficiente para blindarse. Se instauraron cuerpos policiales, se formaron ejércitos, se contrataron celadores, bedeles, ujieres; y también se crearon plazas de centinelas, aduaneros o cancerberos. Fueron ensayadas todas las variaciones de guardianes de puertas sin que por ello se hiciera posible contener la exhuberante versatilidad exterior.
Hasta que la tensión hizo estallar la Gran Guerra y aparecieron graves interferencias en los Transmisores Celestiales.
Del Inframundo Porticado dejamos de recibir señales. Mas líbrense los Bienaventurados de ponerle puertas al campo ni de tomar en vano el nombre de la Fluyente Multiplicidad.