El arte siente la soledad de la sociedad como metáfora del universo. El arte siente la miseria del individuo, pese a sus éxitos. Siente la necesidad del fracaso a título individual como siente el efecto amplificador de sus actos en un imaginario colectivo. Cada país con su historia, cada individuo con sus conocimientos. La tradición por un lado y la modernidad por otro. El individuo y lo colectivo. Todo nace en uno y se diluye en uno, pero lo universal, como suma de numerosas individualidades hasta el infinito de todo arte, es resultado de una fórmula natural donde las piezas encajan hasta completar la historia del universo. Otro tanto pasa en la historia del arte: los pintores que no supieron de la validez de su pintura, los músicos que tanto hicieron por la vida, los suicidados por la sociedad, los artistas mediocres, los funcionarios y críticos, piezas únicas de un ensamblaje en apariencia unitario. Somos todo y no somos nada. De la misma manera que con una regla se miden los centímetros de un cuadro diminuto, lo universal resiste en un objeto cualquiera que representa el momento de la humanidad en el acto de su misma representación. Quizá la abstracción no tenga peso en la formulación física, pero a la hora de documentar un momento universal necesitamos congelar el tiempo de la historia en un detalle que supere con creces el momento en sí. Es como el amor, crees que lo necesitas para amar, pero sólo es el deseo que todavía queda. Del amor inexplicable, nada de nada. Nada sabías del concepto universal del amor, como de la definición del arte, pero amas y crees en el arte porque vives. Si no comprendemos lo que decimos, tampoco podemos conocer lo que se habla cuando nos referimos a algo universal si pretendemos que el arte comprima en sí el significado de todas esas palabras. En todos los tiempos del hombre civilizado hubo arte. En el arte se entienden los países y los individuos, pero más allá de su complejidad, un detalle descubre su íntimo significado como un gesto esclarecedor de su totalidad. Nada comparable entonces a su sola existencia, ni lo universal del arte, ni el arte en sí. Sólo lo que el hombre persigue en un concepto escapa en el universo de su entendimiento complejo. En cambio, lo que se guarda en una mano y el ojo ve en una esquina puede resultar finalmente el paisaje de todo el universo.