nº 52 - Julio/Agosto 2004 • ISSN: 1578-8644
Ahopetik
"Afinaciones"

alfonso garcía de la torre
Gran parte de la música que escuchamos habitualmente en occidente está basada en la combinación de 12 sonidos de distinta altura, que variados en el tiempo nos dan, evidentemente, una sensación denominada melodía. Realizamos la división de la octava (intervalo de do a do) en doce partes, dándonos como resultado doce notas que ubicamos en diferentes registros. Esta característica fundamental de la música y su articulación temporal varía de unas culturas a otras dependiendo de la zona geográfica. En el este de Asia (China, Japón, Corea,...), Africa y América podemos encontrar 5 sonidos; en el sudeste de Asia (Thailandia, Laos, Malasia, Indonesia, Filipinas...) puede variar entre 5 y 7; en el cercano oriente (Irán, Egipto,...) son 17, y en el sur de Asia (India, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka...) se utilizan 22 sonidos por octava.

A partir de la observación y la experimentación con instrumentos musicales (cuerdas, tubos, membranas, placas y varillas) se conseguían distintas alturas del sonido: variando la longitud, perforando agujeros en tubos, tensión en cuerdas, diámetro de las membranas, masa, rigidez del material, etc. Finalmente la aplicación de un sistema, con una serie de reglas y principios numéricos, permitió agrupar los sonidos obtenidos. De esta forma se establecían las correspondientes escalas musicales pertenecientes a un ámbito que cubre la extensión de una octava. [1]

En occidente se atribuye a Grecia (a partir del siglo VI a. C.) las primeras experiencias científicas que emplean los números como fundamento de la música. Pitágoras, Aristógenes y Ptolomeo aplicaron diferentes sistemas para hallar proporciones numéricas que fijasen los intervalos musicales. A través de los trabajos realizados posteriormente por Boecio llegaron a la Edad Media una parte de estos conocimientos ya que no pudo concluir su obra De Institutione musica. El proporcionar un orden al material musical en diferentes escalas daría lugar a la aparición de los modos, base del canto gregoriano, de la música de los trovadores, etc. [2]

Durante el Renacimiento se produce un gran desarrollo científico, explorándose otras afinaciones para intentar corregir los problemas que daba la afinación pitagórica [3]. Esto es debido a la aparición de la polifonía y la nueva dimensión armónica de la música de la época (citaré a importantes teóricos como Ramos de Pareja, Zarlino, Salinas, Agricola, Werckmeister, Kirnberger, etc.). Se utilizarán numerosos sistemas de afinación durante varios siglos (del XV al XVIII) alcanzándose gran riqueza y diversidad sobre todo en el Barroco. Finalmente se intenta unificar los criterios con la afinación temperada (avalada por Bach y su obra El clave bien temperado), llegándose a imponer en el XIX. Esta afinación es un convenio físico-matemático que divide la octava en 12 partes exactamente iguales, aportando ventajas pero planteando a su vez muchos inconvenientes tanto en la interpretación como en la percepción musical. En el siglo XX algunos compositores proponen aumentar el número de subdivisiones de la octava (microtonalismo) en una continua búsqueda que enriqueciese el discurso musical (destacan Alois Hába, Julián Carrillo o Harry Partch quien formula una escala de 43 sonidos por octava). En este siglo también se presta más atención a otras partes del mundo en las que el microtonalismo era ya tradicional.

La elección de una escala u otra depende fundamentalmente de las cualidades tímbricas del instrumento que la hace sonar, de la estética musical, del sentido de la audición, del entorno social y cultural, etc. [4]. En la historia podemos encontrar numerosos factores determinantes que provocan el fluir de la música hacia uno u otro camino. En algunos casos incluso nos encontramos con la utilización de escalas e intervalos que contradicen las proporciones numéricas establecidas por los teóricos y físicos de la época. Con lo que ha llovido, se puede afirmar que la música del siglo XXI está más allá del juego que dan solamente 12 notas.

[1] En el mundo se utilizan una gran cantidad de escalas y cada cultura posee sus preferidas según las etapas de su historia. Unas veces intervienen las matemáticas para confirmar las primeras experiencias, en otras ocasiones la teoría también propone, o simplemente es el azar la causa de su gestación y posterior utilización.

[2] Los modos desaparecen en el XVII, quedando dos en la armonía de siglos posteriores, la escala mayor y la menor. El resto los podemos encontrar en la música popular y cobrarán relevancia nuevamente a finales del XIX.

[3] En el devenir de otras tradiciones musicales, como en China, no surgen estas cuestiones. Las 12 alturas se utilizaban de distinta forma que en occidente: la melodía era sustentada con ritmo y no existió especial interés en la armonía.

[4] La percepción se habitúa a los instrumentos utilizados con más asiduidad. Por ejemplo la proliferación del piano en la enseñanza musical de occidente influye en que aceptemos los desajustes propiciados por los afinadores. Estos agrandan las octavas para obtener un timbre del agrado del pianista y no cumplen a rajatabla la afinación temperada que debería poseer el teclado. Una buena decisión por parte del afinador.