GIRA, GIRA, CARRUZÉ
(Ni sombra de lo que fuimos, La Zaranda Teatro Inestable de Andalucía la Baja)
En torno a un desvencijado carrusel, cuatro personajes decrépitos el pregonero, el limpiabotas, el fotógrafo y la echadora de cartas-, asisten a la agonía del dueño de la atracción y a su última galopada en el despintado caballito de un tiovivo moribundo.
EL VIAJE A NINGUNA PARTE o EL VIEJO, A NINGUNA PARTE
El sin-sentido de la vida como viaje a ninguna parte con ecos de Beckett-, la avaricia por los despojos Las galas del difunto de Valle-Inclán- y el jondo sentimiento trágico de la vida del dueñosin nombre que no figura en el registro y va a la fosa común en la visión premonitoria de su último sueño, anterior la caída del caballo-, enfrente de La renegrida-¡Ay!- y bajo una carcajada sardónica tras la muerte del viejo-, hacen de Ni sombra de lo que fuimos un sainete nihilista, o un esperpento costumbrista, o una farsa grotesca con estética sombría de Carnaval, que va de un Brueghel aligerado de moraleja el bufón enmudecido con altavoz/embudo en la cabeza, el sillón deLa extracción de la piedra de la locura o los cuadros escénicos de Proverbios flamencos inmortalizados, como medallones dramáticos, por una luz macilenta-, a la estética del expresionismo del claroscuro de los caprichos de Goya o Solana o alguna escenografía de José Ibarrola-.
LA PROCESIONARIA DEL TÍO VIVO o LA PROCESIÓN VA POR FUERA
El carrusel, como un microcosmos desde el que una mujer interpreta el macrocosmos, es una maquinaria renqueante que gira en torno al eje con la chirriante y oxidada música de las esferas y que mueve el mundo de los personajesese mundo que mueven a su vez, como un paso de la Pasión, los eventuales costaleros-, con colgaduras de terciopelo que, igual que telones de teatro, ofician de banderas replegadas sobre herrumbrosas lanzas o de dosel en el patético oficio de difuntos, con la misma capacidad de transmutación del resto del atrezzo y utillería taquilla/ataúd, maleta/mesa, silla plegable/cuadro/nicho, la muleta o el escabel-, con un carácter polimorfo, reciclable y polisémico de los objetos.
DE LA CAJA DE MÚSICA AL CAJÓN DE MADERA DE PINO
Desolación de los seres y ruina, polvorienta y mohosa, de los enseres, condenados a dar vueltas, a amolarse empujando el molino del tiovivo, y a desvalijarlo para seguir el camino -en un círculo, más que infernal, vicioso-, bajo la luz rancia y mortecina del más acá o glauca, glacial del más allá, fantoches y espantajos que deambulan alrededor del juguete roto, suben o bajan de la plataforma giratoria como quien se monta o desciende del mundo que se pare el carruzé, que me apeo-, derrotados sin derrotero fijo, ridículos y patéticos, maniáticos y compulsivos, con muecas e idiotismos de muñecos autómatas.
Y es precisamente en el texto, y en particular, en la dicción, donde esa reiteratividad alcanza su cansino esplendor, mediante variaciones de las muletillas y las frases hechas desgastadas, usadas, rotas, alteradas por modulaciones tonales o descoyuntadas por los desplazamientos de las pausas, enfatizando la cárcel de oropel ajado de las palabras, la reincidencia circular de la fiera que da vueltas encerrada entre los barrotes del lenguaje del carruzé, al compás estremecedor de una descacharrada caja de un cajón- musical del pasodoble a la marcha fúnebre-, mientras se les vienen abajo los palos del sombrajo a quienes hoyaron todos los caminos y no es de extrañar que hoyaron (sic) remita, en el texto de presentación del programa de mano, a hoyo con sentido de huella-, y despedidos en otra vuelta de la espiral de su mísera galaxia hacia algún agujero negro.