nº 46 - Enero 2004 • ISSN: 1578-8644
ENTREVISTA a:
Manuel Borrás: Editorial Pre-textos

inés matute
Por estas fechas, uno siempre tiende a hacer balance; el 2003 empezó
manchado de petróleo, nos metió en guerras y acaba con un terremoto y las inquietantes secuelas de una invasión injustificable. ¿Qué balance hace Pre- Textos del año que acabamos de cerrar?

El balance, muy a mi pesar, no deja, a la luz de como planteas la cosa, mucho margen para estimarlo como positivo. Con todo, como me reconozco ccmo un optimista impertinente, a Pre-Textos, pese a la crisis que campea sobre el medio editorial en nuestro país, no le ha ido mal. Además, visto ya con la perspectiva del año, uno no deja de celebrar el comprobar cómo su catálogo crece cualitativamente al apostar no tantopor las modas como por la mejor literatura.

Como persona y como editor, ¿Qué le pide Manuel Borrás al 2004?

Por tópico que resulte, como persona: amor y salud, y como editor: buenos libros.

¿Cuáles son, a tu juicio, los grandes males del mundo editorial?

El seguidismo, la falta de imaginación, la pereza intelectual, la dictadura de las modas. Es decir, la falta de lectura y en consecuencia
la falta de espíritu crítico a la hora de establecer jerarquías.

¿Por qué uno de los últimos éxitos de ventas - ¡no entremos en Planetas!- es el Larra de Leticia? ¿Qué te indica este dato?

Señala hacia la nada, abunda en una evidencia: la ausencia de una sociedad lectora verdaderamente madura y con opinión propia.

En noviembre le preguntábamos a Kepa qué ofrece Bassarai que no ofrezcan otras editoriales. Te formulo la misma pregunta.

El factor sorpresa. Por ejemplo, en lo que va de año me ha satisfecho especialmente comprobar el entusiasmo con el que se ha recibido por
parte de los lectores a autores totalmente desconocidos como Claire Goll, Adam Zagajewski, Stefan Hertmans, Emmanuel Bove... Recepción, todo hay que decirlo, que no ha encontrado su correlato en las páginas dedicadas a libros de la prensa nacional «especializada», que parece apuntar más hacia lo manido y fácil que a arriesgar verdaderos criterios de excelencia.

Los autores que intentan abrirse camino están indignados ante la invasión de libros escritos por famosos; memorias y desmemorias (la saga de Vilallonga), crónicas sentimentales o sexuales (Saritísima), cuentos de dudosa factura (Madonna), historias de políticos (cualquiera), maquillados libros de autoayuda (Rosa Villacastín y Cuca G. De Vinuesa) que, especialmente en Navidades, se nos presentan como el regalo ideal. Como editor, ¿qué opinas de esta situación?

Yo recomendaría tranquilidad y que no se confundan. A veces se envidia más la popularidad o el éxito mediático que la posesión de un buen libro.

¿Hay que educar al lector o simplemente darle lo que pide? Entiendo que si intentas dar calidad las ventas se resienten, pero si bajas el listón, acabas editando basura. ¿Cómo te lo planteas?

Editar es un modo de hacer pedagogía, lo he dicho muchas veces. Pero es también el lector, el verdadero lector, no el circunstancial, el que debe educarnos a nosotros. Tengo para mí que tras todo lector gustoso se esconde un crítico honesto al que tenemos que saber escuchar.

Lleváis más de 25 años en el mercado apostando por libros de calidad. ¿Cuál es el secreto?

Creer a pies juntillas en aquello que se edita.

¿Cómo comenzó su andadura Pre- Textos?

La andadura de Pre-Textos comenzó durante la etapa universitaria de los tres socios que seguimos componiendo el núcleo de la editorial y nació por una extraña combinación de pasión y decepción. Pasión por la cultura escrita y decepción por la institución universitaria a la que no queríamos ver ligadas nuestras vidas. La creación de nuestra editorial fue una buena estrategia vital de salida para evitar el futuro que nos iba a deparar la institución universitaria y al que no queríamos vernos abocados.

¿Qué sientes cuando rechazas un manuscrito? ¿Te arrepientes de algún rechazo en particular?

Siempre he sostenido la opinión de que la faceta más dolorosa en nuestra labor es la de tener que erigirnos en jueces. Es muy controvertido tener que enjuiciar algo que es producto de la estricta intimidad de un individuo, y aunque trates de ser lo más delicado posible al respecto, las más de las veces no se entiende la necesidad que tenemos los editores de aplicar un criterio de excelencia. Arrepentirme, y lo digo de verdad, no me arrepiento de nada. Todo lo más que he podido sentir es haber tenido que renunciar a editar algo en lo que he creído, pero que por motivos de orden físico, de limitaciones económicas, he tenido que rechazar.

Pre- textos suele apostar por jóvenes valores que, nada más despuntar, "fichan" por editoriales de mayor peso específico. Supongo que esto te resulta de lo más frustrante.

Desde luego, pero el mercado es el mercado y piénsese sobre lo que dije antes acerca de él. Si yo hubiera podido cubrir económicamente alguna de las ofertas que hicieron a alguno de los autores descubiertos por nosotros, sin duda lo hubiera hecho, mas eso sí, exigiéndoles en vez de la conclusión de una obra a una fecha determinada, que se tomasen el tiempo necesario para escribir la obra que les correspondía hacer a la luz de las expectativas despertadas. En Pre-Textos somos una suerte de ojeadores que les levantamos, sólo si tienen éxito de ventas se entiende, las piezas que después suelen «abatir» las grandes editoriales. Como fuere, y pese a las nefastas consecuencias que esa «codicia» conlleva, la tarea del descubrimiento y posterior sanción favorable de un autor por parte de los otros es también una labor que gratifica. Lo esencial es hacer las cosas y si nosotros contribuimos a poner en valor obras o autores que pasaron desapercibidos a los otros, mejor que mejor. Lo alarmante es comprobar a veces la falta de criterio por parte de muchos de los colegas que llegan a disputarse un autor que previamente habían rechazado al verlo editado bajo nuestros sellos. Casos así podría referir un montón.

¿A que autor te hubiera gustado editar?

A bastantes, aunque así, a bote pronto, se me ocurre, entre mis coetáneos españoles, a Álvaro Pombo o a Justo Navarro.

Acabaremos esta entrevista con algunas preguntas del cuestionario que Bernard Pívot popularizó en su programa “Boullion de culture”:

¿Cuál es tu palabra favorita?

Amistad

¿Y la palabra que más odias?

Ninguna

Espiritualmente hablando, ¿qué te excita? ¿Qué te desmotiva?

Lo que más me conmueve es la modestia de la sabiduría y lo que más detesto, la prepotencia e impostura intelectuales.

¿Qué profesión, distinta a la tuya, te hubiera gustado desempeñar?

¿Qué profesión te habría frustrado por completo? Soy un editor vocacional, creo que no hubiera sido más feliz ejerciendo otra profesión. De haber tenido que ejercerla, la que más me habría frustrado habría sido la de juez.

De existir el cielo, ¿qué te gustaría escuchar de labios de Dios a tu llegada?

Como Dios no habla, quizás simplemente una sonrisa de reconocimiento.