Aún existe en tierras del lejano oriente un lugar donde las mujeres jamás contraen matrimonio y la palabra padre nunca se pronuncia, porque no tiene ningún significado. Por la noche las mujeres eligen a un amante para dormir junto a ellas y éste debe abandonar el hogar con las primeras luces del alba. La palabra fidelidad no tiene sentido porque no es necesaria. Tampoco el amor eterno. Los niños pueden hacerse hombres sin conocer el rostro de su progenitor. Este lugar existe realmente en los mapas y tiene nombre propio. Se llama el Lago Lugu y está habitado por el pueblo de los Moso.
No es fácil llegar hasta el Lago Lugu, escondido entre las altas montañas de las provincias de Yunnan y Sichuan, en el suroeste de China. Ante semejante geografía, uno puede comprender cómo aún en el mundo puede existir un pueblo con estas características sociales tan peculiares. Desde tiempos remotos los Moso esculpieron su propia cultura a las orillas del Lago Lugu y aquí vivieron aislados de otras civilizaciones sumidos en las reglas de su sociedad matriarcal. Un día las mujeres asumieron el poder de su pueblo y los hombres aceptaron vivir con un papel secundario. Han pasado muchos siglos y los Moso parecen felices con su forma de vida.
El Lago Lugu realmente es un lugar idílico. Cuando el viajero llega hasta esta tierra de ensoñación no tiene palabras para expresar lo sublime de la naturaleza. La armonía es absoluta. La paz que se respira alrededor es indescriptible. En el centro del lago una pequeña isla dormita sobre las aguas, en cuya cima un templo lamaísta reluce bajo los rayos del sol. Algunas barcas bogan tranquilamente en la lejanía. Una bandada de ocas salvajes cruza el infinito. De vez en cuando el canto de una mujer rompe la quietud del paisaje.
Cae la noche. En las distintas aldeas que se suceden a orillas del Lago Lugu habrá comenzado el ritual de los amantes. El viajero también sueña despierto que esta noche podrá ser el elegido para dormir junto al cuerpo desnudo de una bella mujer. Pero la luna sigue lenta su curso en el firmamento y él sigue soñando a solas en su habitación. Quizás mañana la suerte le sonría. Quizás no. De todas formas el viaje ha merecido la pena.