Uno se considera optimista, con un gran afán de atrapar sentimientos nobles e imágenes bellas a partir de cosas sencillas. Pero la vida a veces da unos palos con tal violencia que cada vez es más difícil pensar que todo irá bien si haces lo que te dicta el sentido común.
Los últimos días he recibido unas señales que han horadado muy seriamente mi fortaleza de las buenas intenciones. Pulsaciones que me han hecho pensar. ¿Realmente merece la pena ser una persona con conciencia, con nervio social y con empatía con lo problemas de los demás? ¿hasta qué punto la vida nos deja tomar referencias, hacer planes, construir sueños o establecer límites para caminar por los años? ¿Porqué no puede ser todo un poco más sencillo, y a personas buenas vidas tranquilas y a personas malas vidas difíciles?. Ojalá pudiera pensar aún con la lógica de un niño. Sería mucho más feliz y más tranquilo sin pensar en lo que viene a continuación.
Apunten. Una joven de diecinueve años baja de un taxi a las tres de a mañana con dos amigas. Se dirigen a su casa después de un sábado de fiesta. Pocos metros más allá, un coche sale de una curva cerrada y en rasante arrolla a la chica dejándola tendida en medio en la calzada sin vida. En enero se iba a Londres para estudiar con una beca erasmus. Tenía planes, sueños... Tenía vida.
Cuando leo cosas así, me viene a la cabeza ese sentimiento infantil de así no juego o ahora no respiro. Porque vamos a ver, ¿qué razón hay para sesgar la vida recién estrenada de una chica de diecinueve años? O, dicho de otra forma, ¿porqué molestarse en que una chica viva y recoja ilusiones durante toda su vida para que una fatal casualidad corte la baraja y decida volver a empezar la partida?. Por más que me pregunto y me pregunto no puedo hallar explicación. Supongo que si supiéramos exactamente lo que la vida nos depara en cada camino no saldríamos nunca de casa. Pero de cualquier manera, no puedo entender como sin motivo aparente la vida, el destino, Dios o quien sea dan unos latigazos tan tremendos a la gente menos apropiada que me hace dudar muchísimas veces de lo bonita que puede llegar a ser. La vida, digo. Qué fe puede tener ese padre con una hija atropellada en lo que la vida le depara a partir de ahora que cosa puede compensar la muerte de una hija. Sigo sin explicación para tanto sufrimiento sin sentido y sin porqué. No me queda más remedio que mirar hacia a delante y respirar hondo. Porque sino ni respiro ni juego.