Pasa que la vida pasa por encima de las palabras que pronuncias sin darte cuenta. Pasa que hablamos como se nos escapan los recuerdos que borramos de la memoria. Pasa que los silencios contienen el enigma de una emoción que se recordará con tiempo. Unas veces son palabras en movimiento o cambiando de significado, otras parece que tuvieran un brazo roto, una pierna amputada, un corazón cosido desde dentro. La piel de las palabras es de una suavidad extraña. La carne de las palabras es tierna, el hueso que las sustenta de hierro forjado entre sombras de cal viva y piedra calcinada. Pasa que las palabras que ahora se escuchan pierden sentido más tarde, y que las que ahora no se conocen adquieren luego un brillo extraño. Pasa que la poesía pasa como si nada en un momento de la vida cuando todo es tarde. Pasa que la luz guarda en la oscuridad su sombra marchita y que la oscuridad reniega de la luz para ocultarlo todo a sus anchas. Pasa que el descanso no tiene fondo y que el camino está cubierto de minerales raros. Pasa que el brillo se puede confundir con la luz que se ve por la noche. Pasa que durante el día las heridas se cosen con las palabras que escuchamos cuando ya no podemos hacer nada para evitarlo. Pasa que el sentimiento está en la raíz de las palabras, el sufrimiento en el silencio pronunciado. Nada como parece que era, nada como lo pretendíamos después de todo. Después de encontrarnos con la boca abierta y los ojos cerrados, la vida que pasa sin darte cuenta.
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