No se han parado a pensar alguna vez, por qué cada día hacemos muchas cosas. ¿Y por qué dejamos de hacer otras tantas?. Por estúpida inercia. La rapidez de la rutina no nos deja sitio para preguntarnos el motivo último por el que hacemos esto o lo otro.
¿Por qué no respondemos cuando un extraño nos da los buenos días?, ¿Por qué pitamos al coche de delante que tarda 10 segundos de más en salir del semáforo si llegamos temprano a trabajar?, ¿por qué preferimos sentarnos solos a compartir fila en un autobús con otra persona?, ¿por qué nos da vergüenza reír en público? o ¿por qué agachamos la cabeza cada vez que hay un cruce de miradas con alguien si realmente deseamos preguntarle porqué parece tan triste?.
Hay tantas cosas que se nos pasan desapercibidas. Pero, se puede saber a dónde vamos con tanta prisa. Es decir, de qué sirve el afán que ponemos en todo aquello que construimos a nuestro alrededor (amor, relaciones, trabajo, familia...) si durante ese tiempo no podemos preguntarnos ¿por qué coño hago esto?.
Las respuestas pueden ser muchas, pero a mí siempre me ha gustado la idea de la pasión como el motor real de la vida. No tanto añadir pasión y empeño en el quehacer de las cosas, que siempre es elogiable, sino que ese sentimiento vivo se convierta en una forma de actuar o de sentir. Ser consciente, en definitiva, que no se nos puede escurrir ningún grano de vida por entre los dedos. Todo, por insignificante que parezca, puede suponer algo grande en nuestra, a veces, anodina existencia. Y es que a menudo el rincón donde la pasión se hace más evidente es en el del amor, el amor a la persona con quien compartir todo. A pesar de ser éste el más íntimo y más difícil de llenar de todos nuestros sentimientos. Sin embargo, fuera de esa parcela la pasión se desvanece y si no existe un amor de ese tipo que nos pellizque el alma, la vida seguirá sin matices, con un mismo color en todos los aspectos, sin apreciar como lo haríamos de nuestra persona, la pasión que podemos experimentar en cada movimiento que hagamos. Es verdad, e insisto, que el amor y la pasión como su expresión física están íntimamente relacionados (nunca mejor dicho), pero no podemos pararnos ahí, debemos vivir con pasión todos y cada uno de eso granos de vida que se nos van a escurrir por entre los dedos tarde o temprano.
En un momento de mi vida leí unas palabras de Federico Fellini en las que afirmaba que No hay un final. No existe un principio. Solamente existe una infinita pasión por la vida. Ni más ni menos. Eso es exactamente lo que yo deseo para mi vida. Preocuparme por atrapar belleza (y darme cuenta de ello) mientras paseo por la calle y me sonríe un niño manchado de chocolate, cuando una mujer cabecea dormida en el tren o ríe a carcajadas mientras escucha la radio, si soy capaz de hacer bien mi trabajo, al conseguir que su mano no se desprenda de la mía durante todo el camino, saboreando cada beso que me da o cada te quiero que pronuncia. Y esperar, así, que todo se vaya construyendo poco a poco sin delimitar previamente el tiempo que se va a utilizar.
En esa aventura de atrapar belleza que es vivir con pasión también puede ocurrir (a veces en demasiadas ocasiones)que nos duela lo que encontremos, porque, en sentido estricto, la pasión es sufrir. Por definición, la pasión es la acción de padecer y no se nos escapa que gran parte de nuestra vida nos la pasamos padeciendo, bien lo que hemops sembrado o bien aquello que nos viene de repente sin poder reflexionar sobre la solución, simplemente en la acción de padecer está la respuesta. Apretar los dientes en cada empellón que el destino o nuestros propios actos nos preparan.
Por eso, en el devenir de muchos de los que ahora están leyendo esto, los obstáculos tanto físicos como mentales han hecho que esa espera a la que antes hacía referencia no sea sino un duro trabajo por alcanzar todo lo que nos brinda esa infinita pasión que para Fellini es la vida. Dicen, además, que el dolor y el sufrimiento hacen valorar aún más lo que permanece a nuestro lado por muy fuerte que haya sido el golpe. Y lo queda no es sino unas ganas inmensas de renacer de las cenizas en cada tropiezo por la sencilla razón de que aún hay mucho por lo que demostrar pasión.
En definitiva, con dolor o sin él soy de la misma opinión de aquel cantante que decía en uno de sus versos algo así como que debería estar prohibido haber vivido y no haber amado. Aunque también creo que sería inútil prohibirlo porque resulta inconcebible (al menos para mí)que una persona pueda vivir sin tener algo amable que echarse a la boca. Estoy convencido de que a todas las personas les espera, si lo buscan, ese algo amable aunque les cueste toda la vida encontrarlo.