ISSN 1578-8644 | nº 42 - Septiembre 2003 | Contacto | Ultimo Luke
Leer a oscuras
"Mujeres rusas"

borja de miguel

Ludmila Ulitskaya

Tanto en literatura como en el resto aspectos, la del exiliado es siempre una visión interesante. La distancia con la que obligatoriamente ha de afrontar la realidad le permite, a veces, comprenderla de una manera más global y relativa pero, a la vez, sin dejar de formar parte de ella. En el exiliado cohabita el ser y el no ser, el estar y el no estar, la contradicción, que puede gustar o no pero que siempre enseña algo nuevo. Y quizás esta visión etérea es uno de los aspectos más interesantes de la novela “Los alegres funerales de Alik”, de la escritora rusa Ludmila Ulitskaya.

Alik es un pintor ruso emigrado a Estados Unidos en los sesenta y venido a menos después de algunos años de cierto éxito. Sufre una extraña enfermedad degenerativa y está a punto de morir en su loft del Greenwich Village de Nueva York, por el que paga un alquiler ridículo. Por su casa –es verano, el aire acondicionado está estropeado y hace un bochorno insoportable- campan su mujer, antiguas amantes, amigos, técnicos de reparación, un perro, un rabino, un sacerdote, una adolescente… El extraño magnetismo de este hombre pelirrojo -un conquistador incluso en la enfermedad- aún se siente en este tugurio a pesar de que cada día está un poco más inmóvil y próximo a la muerte de la que no se librará. Y en sus últimos días de vida la fiesta y la tragedia conviven en su casa a partes iguales, como si se potenciaran la una a la otra, alrededor de este Alik que no es más que una excusa de Ulitskaya para hablar del resto de personas que le rodean, por lo general rusos emigrados como él.

Alik siempre ha estado cerca de alguna mujer y son ellas las que, de alguna manera, han marcado las etapas de su vida. Y Ulitskaya penetra en estos personajes femeninos -quizás no de una manera magistral ni excesivamente profunda pero, como he dicho antes, al menos interesante- para hablar de sus vidas en Estados Unidos. Por eso, por esta expansión de la novela hacia ellas -mujeres que llevan muy dentro su país de origen-, y a pesar de que el centro de la historia es Alik y de que el presente sucede en Nueva York, el libro de lo que está hablando es de la mujer y de Rusia. El hombre y Norteamérica son ficción. Alik es un raro espécimen, un ser irrepetible, y funciona con encanto en la novela pero no es real. Las escenas de Nueva York son casi inexistentes a excepción de una extraña noche, casi lisérgica, en el puerto de la ciudad, llena de pescado, tugurios y whisky que al amanecer contrasta con los trabajadores que llegan a Wall Street. Sin embargo las mujeres y Rusia son de verdad. Ellas son prototipos y tienen sentimientos y motivaciones compartidos por muchas mujeres de todo el mundo. Está Irina, fuerte, orgullosa y noble, dispuesta a labrarse un camino en América. Está Nina, la mujer frágil y dependiente de Alik, alcohólica y neurótica. Está Valentina, la amante segundona que combina patetismo con una enorme fuerza para salir adelante –y con alegría- frente a cualquier situación. Está Maika, la hija adolescente de Irina que desde los cinco años ha decidido enmudecer antes los adultos. Y Rusia, a pesar de estar lejos físicamente, está presente, con realismo, durante toda la novela. La Unión Soviética cae unos días antes de que muera Alik y todos en su loft siguen el acontecimiento por televisión; los personajes hablan ruso entre ellos; las historias de todos parten de aquel país de enormes posibilidades pero incapaz de mantener una estabilidad; también están presentes las costumbres religiosas, los nombres, las canciones… Todo esto hace que se huela más a Rusia que a Estados Unidos al leer el texto. Y alrededor de esto, el arte, la religión judía, el amor, la locura… temas que podrían decirse recurrentes en la escritura de Ulitskaya.

A pesar de que ésta es la primera novela de la escritora que se traduce al castellano Ludmila Ulitskaya ha publicado libros como “Sonechka” o “Medea y sus niños”. Todavía hoy escribe a mano la primera versión de sus trabajos y considera que el uso de aparatos tecnológicos influye en el carácter del texto. En cuanto a su visión de la mujer, piensa que “la diferencia entre el mundo masculino y el femenino es enorme. Por otra parte, la educación de la mujer apareció prácticamente a principios del siglo XX, y en este sentido la literatura femenina está dando sus primeros pasos. Me pregunto cómo será en el futuro”.

De momento sabemos cómo es en el presente. Aunque quizás no sea tan importante diferenciar entre escritura masculina y femenina sino entre buena y mala literatura. Y al menos esta novela de Ulitskaya se sitúa en el lado positivo de la raya.