Reseña al libro : Patas arriba. La escuela del mundo al revés de Eduardo Galeano
Algunos libros deberían colocarse en las estanterías de las librerías de forma estratégica, donde figurase un cártel con letras mayúsculas que dijese: ¡Ojo, joya maestra¡.También es lógico que aquellos otros que desenmascaran la realidad que nos rodea, no sean vendidos a gran escala, porque son altamente críticos con la sociedad actual al proyectar diapositivas de la realidad sin tapujos . Estos libros no deberían exhibirse porque nos aterramos fácilmente cuando vemos la basura cotidiana con la que nos alimentamos diariamente, por eso preferimos expulsar la adrenalina con películas donde los buenos son siempre recompensados, pese a que para ello tengan que hacer voladuras en la cabeza del contrario, el malo de la peli, que siempre salta por los aires en el momento más inesperado para beneplácito de la gente.
Sin embargo esta clase de libros existen porque a algunos locos les ha dado por echar la leña al asador y mostrarnos como anda el género humano. Pretenden hacernos recapacitar quizá o tal vez mostrar lo irremediable: el mundo está gravemente enfermo. Aquellos valores que antaño figuraban en el podium: virtud, honor, verdad, ley, respeto al prójimo, solidaridad; todos han caído en picado porque el hombre se ha vuelto un canalla y su único lema es sálvese quien pueda o muérase quien no pueda. A los seres humanos sólo se les combate con el látigo de la injusticia, o lo que es mucho peor con el bálsamo de la ignorancia.
Creemos una televisión que aboque a las personas a la estupidez, con programas basura; donde el privilegio de la información sea minimizado por las grandes empresas que inventan una realidad panfletaria que no nos deja ver lo que hay al otro lado del espejo. Creemos una publicidad que nos incite a sustituir a las personas por las cosas y nos haga crearnos la estúpida certeza de que esas posesiones nos van a hacer más felices. Invitemos a los pobres a los centros comerciales los fines de semana para que ellos y sus hijos se muerdan los ojos y vuelvan a casa creyendo que lo único que pueden hacer para dar el salto es deslomarse en jornadas intensivas de trabajo que les permitirá comprar el coche soñado a plazos, la televisión para toda la familia o la última moda que caduca en un parpadeo.
El mundo ha dejado claro que la distribución de los panes y los peces necesariamente debe ser injusta para que siga existiendo el juego de la ruleta, y los únicos que deciden cuando disparar las balas sean los dueños, los amos; el resto seguimos siendo la servidumbre, la masa controlable y prescindible. Por eso cuando nacemos ya llevamos la desdicha a cuestas, cada cuál tiene la propia según la horma de su zapato.
Lo que vemos en muchas películas o culebrones no son más que escaparates fatuos de nuestros propios sueños, que los estudios de empresa se encargan de radiografiar. La sociedad se encarga de vapulearnos desde todos los flancos: los pobres son como animales: llevan el cuchillo al cuello dispuesto para descuartizar al prójimo y comerse sus entrañas. Su coeficiente intelectual es nulo, por lo que el único aprendizaje que recibirán en sus vidas será el que enseña a desobedecer las leyes sociales. Es licito pues que la policía cargue continuamente contra ellos. Los grupos de autodefensa cargan impunemente contra los miserables, pero detrás de ellos se esconden entre las sombras los cobardes que tiran las piedras y esconden la mano. Políticos sin conciencia, conscientes de que hoy la impunidad campea en los círculos del poder. Impunidad que permite a las grandes potencias repartirse la tarta del mundo planificando guerras y masacrando a los inocentes. Esos mismos políticos son los que se sientan en los organismos internacionales y planifican las ayudas internacionales a los países pobres, acuerdan pactos de no agresión o deciden la suerte que deben correr los gobiernos, cuya mano dirige un déspota. Políticos que se aterran cuando no figuran en el candelero de las noticias aunque sólo salgan en la foto estrechando la mano a los poderosos, los verdugos que no esconden su rostro porque sus manos no están bañadas en sangre.
¡Tápense los oídos señores¡ Cuando escuchen proclamas de grupos que denuncian la insolidaridad, cuando oigan las humillaciones que sufren los sin nadie: mendigos, niños desarrapados que llevan fusiles, adolescentes confiscados por las drogas químicas, negros, indios, judíos, que son masacrados sin piedad.
¡Tápense los ojos¡ Cuando la televisión muestre la desolación del planeta y cómo destruimos nuestra casa. Tranquilícense, no es culpa de nadie. Se absuelve a la humanidad de sus crimines contra la tierra a la que estamos abocando a la destrucción.
El escritor Eduardo Galeano muestra en este libro las claves del mundo al revés. Con su profesionalidad habitual denuncia que las claves del éxito de la sociedad contemporánea contraatacan todos los valores por los que paradójicamente hemos luchado los seres humanos. Valores que violamos diariamente. El autor recuerda a Alicia en su viaje a través del espejo. Nos invita a que viajemos por la escuela del mundo al revés, con sus clases magistrales sobre la impunidad del poder, las lecciones de la sociedad de consumo que nos caza como si fuésemos bobos, las catedrales del miedo o los cursos sobre injusticia, racismo y machismo. A este programa de estudios Galeano añade su inconfundible estilo donde se cruzan el ensayo, la poesía, la narración y la crónica para mostrarnos sin tapujos las lacras de la sociedad contemporánea. Añade al final de cada capítulo las fuentes consultadas, para que los incrédulos puedan documentarse y contrastar sus datos. Podemos creernos que algunos de sus juicios son parciales, ya que se centran en la realidad de América Latina, como ya paso en su otro libro aclamado por la crítica Las venas abiertas de América Latina, publicado por la misma editorial. Lo que no podemos es taparnos los ojos o los oídos ante la realidad. Por eso el epígrafe final que cierra el libro nos invita a darle la vuelta al mundo:
Si el mundo está, como ahora está, patas arriba, ¿no habría que darlo vuelta, para que pueda pararse sobre sus pies?
Los docentes tomamos nota.. Echemos todos más leña en el asador. ¡Más madera señores¡ ¡Más madera¡