Tengo ganas de llorar. De llorar a borbotones, rojo de asfixia, encogido en una esquina de mi habitación, gritando a lágrima viva que nos está reventando el mundo en la cara y miramos para otro lado. Escuchamos el tic-tac de esa bomba pero creemos que es el reloj porque llegamos tarde; por eso tengo ganas de llorar.
Tengo ganas de llorar sin parar para respirar porque el aire está viciado de almas húmedas, pensamientos carcomidos llenos de mentiras, cartón y moho. Olores que aturden y nublan el humilde horizonte que (al menos yo) pretendo alcanzar: vivir sin necesidad de esconder mis sentimientos, mis ideas, mi talento, mi carácter, mi amor... por eso tengo ganas de llorar.
Tengo ganas de llorar por tantas oportunidades perdidas para cambiar el mundo (y cada vez se presentan menos), por tantas decepciones después de cada esperanza, de cada persona que habla claro, que sueña despierta, gente que ofrece soluciones a los problemas pero aparece muerta, desplazada, engullida por un enemigo amable que cuida de nosotros, nos adula, nos ceba y nos destroza. Sentimientos nobles, ideas brillantes, alientos nuevos cubiertos de terrorismo de Estado, guerras provocadas, petróleo crudo, política estéril en cumbres obscenas llenas de mentiras con corbatas. Por eso tengo ganas de llorar.
Tengo ganas de llorar porque estoy triste. Triste de ver como tenemos que reivindicar aquello que creía conseguido por generaciones que murieron por ello. Nos hemos dormido y ahora hay que pelear por volver al pasado. Volver al dialogo con el contrario, con el que viene de otro país, con el que habla diferente, con el que no piensa como tú, con el que tiene otro color, con el que tiene un sexo diferente. Nos vemos obligados a estallar una revolución para alcanzar la normalidad. Y todo por nuestra culpa. Por mi culpa, por escuchar que la Tierra llora, la calle se agrieta, los adoquines se rompen y mirar para otro lado porque ese no es asunto mío y por eso tengo ganas de llorar.
Tengo ganas de llorar porque quiero y no puedo. Quiero ser una persona y no puedo. Pienso y sufro. Porque pregunto cosas sin obtener respuesta. Porque me estalla la cabeza con reproches, insultos a los que delimitan las primaveras(gracias Silvio), a los que dirigen mi vida sin darme cuenta que esas preguntas me las tengo que hacer yo, contestar yo y decidir sobre mi vida únicamente yo. Mi yo cobarde, tímido, cómodo, con vocación de vivir tranquilo sin molestar a nadie y mi yo rebelde, inconformista, idealista, estúpido romántico (por creer que las cosas se pueden cambiar) y periodista de vocación. Empeñar la vida en transformas la sociedad que nos ha tocado. Mi sociedad. La sociedad de cada uno de nosotros. Evitar pensar que es lo que hay y no podemos hacer nada. Sí podemos. Si queremos podremos. Entonces llego a casa para descansar. Cojo el periódico, enciendo la tele, me siento, me fatigo, me pregunto ¿queremos algo mejor?. No respondo. Tengo ganas de llorar sin parar, una y otra vez.
Tengo ganas de llorar porque me invade el miedo. Tiemblo al pensar que algún día las musas que de vez en cuando me visitan se cansen de viajar hasta mí. Que deje de escuchar sus susurros en plena noche alumbrándome el camino. Sin ellas todo será gris, sin matices, con un solo punto de vista. Tal vez viva más tranquilo pero también más ignorante, limpio de realidad sin mancharme con vida que salpica colores. Y tengo miedo y tengo ganas de llorar por perder algún día las ganas de llorar.
Tengo ganas de llorar pero voy a dejar de hacerlo. Me secaré las lágrimas con este papel manchado de mí, me levantaré del rincón de mi habitación donde estaba encogido y abriré la puerta con mano firme dispuesto a que me dejen llorar si tengo ganas y a desterrar de mí esa rabia y desilusión que me provocan ganas de llorar.