La información sensorial suministrada al cerebro por el oído es fundamental. Debemos cuidarlo a lo largo de nuestra vida, especialmente aquellos cuya actividad profesional esté directamente relacionada con la audición. Frecuentemente los niveles de intensidad sonora sobrepasan los límites aceptables debido al ritmo actual que se ha impuesto, producto del desarrollo tecnológico e industrial. Basta con analizar una tabla orientativa, indicadora de la relación entre decibelios [dB], ambiente sonoro y consecuencias producidas en el oído.
[130 dB] despegue de un cohete - daño irreversible (denominado umbral del dolor).
[120 dB] aviones, explosiones peligroso con posible trauma acústico.
[110 dB] discotecas, maquinaria industrial - muy perjudicial con riesgo de sordera.
[100 dB] autopistas, remachadora perjudicial.
[90 dB] fabricas, talleres - límite tolerable.
[80 dB] trafico intenso, motosierra tolerable.
[70 dB] calle concurrida, tren perturbador. [60 dB] oficina, residencia urbana - alguna molestia.
[50 dB] aire acondicionado, tráfico suave - umbral de relajación.
[40 dB] casa en ciudad, auditorio lleno - límite del sueño.
[30 dB] casa de campo, auditorio vacío - casi silencio.
[20 dB] murmullo, susurro suave - casi imperceptible.
[10 dB] estudio de grabación insonorizado silencio.
[0 dB] - (denominado umbral de audición).
Muchas actividades humanas son capaces de generar ambientes sonoros catalogados como ruidosos. La exposición al ruido puede dañar severamente el mecanismo auditivo, provocando en muchas ocasiones una pérdida de audición. Dependerá de dos factores: nivel sonoro soportado y tiempo que dura dicha exposición. Lamentablemente hemos llegado a un punto en el que debemos tomar medidas drásticas en nuestro ámbito personal, ya que nadie lo hará por nosotros. Podríamos ofrecer una serie de recomendaciones:
- Un primer paso sería evaluar las situaciones en las que nos movemos diariamente, es decir, ser conscientes del nivel sonoro que soportamos, intentando de algún modo actuar sobre las tres etapas: fuente emisora del ruido (evitar), vía de transmisión (aislar) y receptor (utilizar protectores auditivos).
- La música se ha convertido en parte esencial del ocio y puede ser enriquecedora en todos los sentidos, pero hay que ver, desde un punto de vista estrictamente fisiológico, cómo se administra. Sin darnos cuenta nuestro oído puede llegar a padecer severos daños en situaciones aparentemente placenteras: auriculares de walkmans a toda potencia, discotecas y bares, conciertos con amplificación a la medida de músicos y técnicos de sonido medio sordos, salas de cine alardeando del sistema THX Dolby Surround, deproporcionados equipos hi-fi en los coches, etc. (el pitido en los oídos es todo un síntoma de haber sobrepasado los límites). Sufrimos auténticas avalanchas sonoras capaces de mantenernos bien peinados sin necesidad de gomina.
- Los dermatólogos hacen especial hincapié en los cuidados que debemos mantener al exponernos al sol. La radiación solar es acumulativa desde la primera exposición (en la niñez se crea gran parte del daño en la piel). Esta advertencia podría extenderse también a todo lo referente al oído. En cierta medida el efecto del ruido es similar, siendo necesario descansar con períodos de silencio relativo para recuperarse de la pérdida de audición transitoria. Exposiciones continuas al ruido durante años pueden provocar pérdidas permanentes e irreversibles (en el oído se van fundiendo las bombillas).
- Implantar programas laborales de conservación de la audición. En este país en el que la norma es no cumplir la normativa, hay que convencer (misión imposible) al jefe de la necesidad de controlar fuentes de ruido nocivas o crear espacios con bajo nivel de ruido (o refugiarse en la sala de fumadores, esperando que esté suficientemente insonorizada; serás fumador pasivo pero no sordo; el humo se ve pero el ruido no).
- Durante la noche muchos sonidos cobran especial relevancia al no ser enmascarados (tapados) por otros. Un grifo que gotea impide conciliar el sueño a cualquiera. La primera opción sería intentar controlar el ruido de alguna forma (encender la radio con un programa soporífero). La segunda cambiar la actividad productora de sonido a otros momentos (imposible, las cañerías no detectan cuándo es de día). Por último nos quedaría procurar reducir al máximo el ruido (ahogarse uno mismo con la almohada o llamar al fontanero).
Ruido es un sonido no deseado, a veces de naturaleza aleatoria, que resulta molesto o que interfiere en nuestra escucha. Cualquier sonido, por insignificante o agradable que sea para unos, puede ser una auténtica tortura para otros. Un simple ruido ambiental será aceptable o no según en qué condiciones y para quien. Entonces se crean problemas muy complejos de difícil solución. Otro día habrá que redefinir la palabra ruido.