Si es cierto que la Gran Explosión dio origen al universo al mismo tiempo que a las dimensiones de Espacio-Tiempo -véase Hawking-, no parece menos sostenible que en la representación virtual del mundo que es el sistema lingüístico Espacio y Tiempo constituyan un continuum deíctico que exprese distancia o proximidad en relación con el emisor egocéntrico, como se comprueba en los demostrativos, ya sean determinantes o pronombres, confirmando la relatividad gramatical respecto del yo.
El relativismo de la materia-pronombres de las tres personas: yo, tú, él/ella/ello-, por lo que respecta a la lengua española, su existencialidad -estar, la temporalidad verbal más su valor semántico locativo; esa homonimia en el uso español, coincidencia muy significativa, entre formas de ser e ir: fui; el valor polisémico de pasar-, materializado en sustancias que aúnan lo espacial-temporal -estancia, estación-, se hace extensivo al adjetivo calificativo o semi-determinativo -anterior, posterior- y al adverbio circunstancial -atrás, en su uso como adyacente figurado: tiempo atrás; o los adverbios relativos: donde, cuando, como-, revelando una espiral expansiva de la galaxia de la lengua en los pronombres relativos -que, quien, cual, cuyo- que no insinúa esencia, sino existencia virtual espacio-temporal.
Sean simultáneas en su aparición las nociones de espacio y tiempo o generador el Tiempo de las tradicionales dimensiones espaciales-Physical Review Letters dixit-, su indisociabilidad en todas las categorías gramaticales ilumina, con luz lejana y mortecina de enana roja, la identificación entre el macrocosmos y el microcosmos -Somos polvo de estrellas-, entre la realidad astrofísica -Big Bang- y su entidad virtual -En el principio fue el Verbo-, entre los actos y la palabra en el tiempo.
Y para muestra un botón: Aquél -fuera quien fuere, estuviera como estuviese- fue pasando esas estancias anteriores estaciones atrás.