Sigo llorando y decepcionado. No puedo dejar de pensar en la bomba de relojería que tenemos entre manos. La agonía de pensar que no podemos hacer nada más. Que todo está inventado y que lo que tenemos es lo mejor o quizá lo menos malo. Que debemos dejar que la vida fluya entre una realidad gris y un futuro negro. Que nosotros no tenemos porqué hacer nada. Que ya hay quien nos protege. Para qué pensar en una solución si ya se ocupan de todo ellos, los que hemos elegido nosotros mismos. En las urnas, en la tele, en la ropa, en la comida, en la prensa, en la lectura...
Pero, sí hay otra forma de ver las cosas. Otra forma de enfrentarse cara a cara con la realidad. Con uno mismo. Hay otra manera de buscar soluciones en un presente que no para, que mira hacia delante sin ver el bosque. Hay otra manera de hacer vida. La POESÍA. Poesía necesaria que decía el poeta. Poesía para leer. Poesía para usar. Poesía para vivir. Vivir en poesía. Poesía, poesía y más poesía.
La poesía se puede leer. Es física y material. Podemos coger un libro de versos y leerlo, disfrutarlo, aprender de él. Pero no lo hacemos. Porque tenemos miedo de desnudarnos frente a unos sentimientos ya desnudos, puros, afilados y certeros. Como la luz al recién despertado, nos molestan, nos incomodan esos poemas que se cuelan entre las rendijas de las persianas que refugian nuestra vida. Los versos, los poemas están escritos por personas tan iguales que a menudo se mezclan con nosotros en el tren. La única diferencia es que en un momento dado de su trayecto se han parado y se han mirado en el reflejo fugaz del tren partiendo sin ellos. Y lo que descubren, lo escriben. Y lo escrito lo publican para aquellos que siguen en el tren. Para que reconozcan ese gori-gori continuo que les retumba en el pecho y confunden con el latido del corazón. Alguien ha abierto el tarro de las esencias de las que estamos hechos. Y nos revela la fórmula magistral. Sólo tenemos que acercarnos a la estantería y buscar a la vez que aprendemos de fórmulas ajenas la que realmente huele a nosotros. Entonces seremos un poco más libres.
Pero la poesía se puede escribir. Se puede tocar. Se puede hacer poesía con solo mirar con otros ojos. Unos ojos más dispuestos a extraer todo el jugo a lo que vemos o a lo que experimentamos cuando lo miramos. Extraer la esencia del momento, lo fundamental de un lugar, un sentimiento, una mirada, un diálogo, una pelea o un adiós. Desnudarlo y observar la belleza que contiene. Lo que para nosotros es bello, bonito, amable. Si todas esas cosas que recojemos con los ojos las ordenamos, aun mentalmente, habremos conseguido la fórmula que huele a nosotros, el verdadero prisma por el que vemos lo que nos rodea. Y hemos hecho poesía, la nuestra. Sin fijarnos en nadie. Única e intransferible. Poesía violenta, cursi, pedante, agresiva, sencilla, breve, amorosa, caótica, oscura o divertida. Pero siempre nuestra. Siempre Sincera.
La poesía también se puede vivir. Se puede caminar entre versos exactos y sencillos en vez de navegar por ríos de prosa excesiva, de realidad narrada que anegan el alma. Sensaciones, ideas, momentos diluidos que dejan de signifcar algo para convertirse en pequeñas anécdotas que contar alguna vez. Porqué no vivir de sensaciones. Saboreando cada instante sin que nadie ni nada lo manche, lo engulla y lo haga desaparecer. Porqué no vivir de momentos precisos. Olvidarnos de vivir en general y procurarnos combustible vital con los pequeños momentos que nos suceden al día. Todos, por pequeños que sean, serán situaciones irrepetibles que habremos vivido nosotros. Y nadie más. Que no sucumban ante la narración lineal con que se escibe nuestro alrededor. Porqué no vivir de ideas. No muchas. Tan sólo una o dos. Pero reales y utópicas. Que sean de uno mismo y que como las buenas utopías no sirvan más que para que sigamos adelante. Caminando hacia ellas.
Hacer vida haciendo poesía no es otra cosa que entender la realidad con el corazón y no con la cáscara. La cáscara nos debe proteger. Pero de lo malo no de todo. Dejemos que el corazón haga su parte y se nutra de la poesía. Poesía hablada, escrita o sentida. Pero poesía. Versos en el corazón, en la boca y en la cabeza.