Con la vecina del tercero me entiendo en alemán. En alemán de andar por casa, puesto que las lenguas que domino, si es que de dominaciones se trata (y como veréis más adelante, ese es precisamente el quid de la cuestión) son otras. También me entiendo en alemán con el resto del vecindario, excepto con los daneses del sexto, con los que hablo en inglés, y la francesa de la planta baja, con la que chapurreo en su lengua patria. No, esta vez no exagero, y como prueba adjunto una fotografía de los buzones de mi finca, unos buzones que reflejan bastante bien la realidad que vivimos en una Mallorca a la que yo rebautizaría Babelia.
Acostumbro a ir por las mañanas al mercado, no sin antes desayunarme en la pastelería Chantilly, que, como su nombre apunta, pertenece a unos franceses que nos surten de croissants y otras delicatessen. Luego me dirijo a los puestos, donde conviven, en perfecta armonía, los payeses que me venden las naranjas de Sóller- obligado dirigirme a ellos en mallorquín- con la japonesa que prepara el mejor sushi y un par de sirenas que hornean pastelillos de arenque, dos vikingas de Malmö que hacen las delicias de la colonia sueca palmesana, tan nutrida. Vamos, que el tradicional mercado de Santa Catalina es un mercado a lo Blade Runner, donde todos somos plurilingües y el que no va listo pierde comba. Así las cosas, y cargada con un capazo en el que intiman los limones de Fornalutx con las gambas nórdicas, me dirijo al Molly Malone, un tabernón irlandés en el que me gusta leer la prensa si no voy demasiado apurada. Y ahí me encuentro, en primera página, con la polémica que suscitan los premios literarios Ciudad de Palma. Verán, a pesar del plurilingüe entorno, servidora tiene la fea costumbre de pensar y escribir en castellano. También sueño en castellano, fornico en español y cuento la calderilla en la lengua de Cervantes. Alguien, mucho más culto que yo, apuntó años ha que nuestro verdadero idioma, la lengua que llevamos en la sangre, es aquella en que contamos las monedas que tintinean en el bolsillo. Teóricamente, esta es una comunidad con dos idiomas oficiales, el castellano y el mallorquín o catalán de las islas, como algunos lo denominan, pero, cuál no ha sido mi sorpresa al comprobar la respuesta de la intelectualidad isleña ante la propuesta de que los escritores presenten al premio, por primera vez, obras escritas en castellano. Estas son algunas perlas extraídas del diario: Esto no sólo lleva al menoscabo de la identidad de los tradicionales premios en catalán, sino que actúa en claro detrimento de éste. Además, parece que el premio de poesía se cree para plumas de otras tierras, puesto que la producción poética en castellano aquí es casi inexistente. ¿Acaso no tienen bastante con presentarse a los demás premios? (Sin comentarios). La mallorquina y archicatalanista Mari Pau Janer manifiesta lo siguiente: Nunca me presentaría a unos Ciudad de Palma en castellano... evidentemente el premio Planeta se sitúa en otro contexto. Muy socorrida ella, pero lo suyo no deja de ser un traspiés para salir de un mal paso. Jaume Matas también se solidariza, y demanda que El estado se implique en la protección de nuestra lengua. Pero, ¿quién protege aquí nuestra otra lengua? ¿Es que a nadie le interesa promover un verdadero bilingüismo? ¿Por qué siendo española se me dispensa trato de extranjera? ¿Debo empadronarme en Salamanca para que mi vida social tenga éxito? Paradójico resulta pensar que el Nóbel Cela, sí, sí, el de los Papeles de Son Armadams, que durante tanto tiempo vivió en la isla, jamás hubiera podido presentarse a este premio, a no ser, claro está, que mandase traducir su obra previamente. Me parece muy bien que en medio de este potpourrí y fragor lingüístico los mallorquines hagan todo lo posible por defender y promocionar su lengua, pero no me parece de recibo que los castellanoparlantes residentes, tácitamente obligados a restringir el uso de nuestra lengua a la intimidad de la alcoba, seamos constantemente marginados por Fundaciones Privadas, Instituciones públicas y otros organismos competentes/ incompetentes. Gracias al cielo mis plegarias han sido atendidas, y a pesar de la decepción expresada por la Associació dEscriptors en Llengua Catalana (AELC), la próxima edición los Ciudad de Palma contará con dos nuevos galardones en castellano; el Camilo José Cela de literatura y el Rubén Darío de poesía. Mira, trabajo que me ahorro. En el fondo no acababa de parecerme bien que mis hijas, vascas por parte de madre y valencianas por parte de padre, perfectamente normalizadas y lingüísticamente correctas (es decir, catalanoparlantes de colegio comecocos) se dediquen a traducirme entre el bocata y la clase de kárate. Así que aquí me tenéis, feliz de la vida de poder concursar en castellano cuando vuelvo a mi diario y me encuentro con... ¿Qué es esto? ¿No es ese Aznar cuadrando el bigote ante la bandera estadounidense el mismísimo día de la Hispanidad? Que paren el mundo que yo me apeo. No imagináis lo cansado que resulta ser un personaje de Blade Runner y no saber en qué idioma contar la calderilla.