Cada vez es más difícil encontrar a alguien que no haya oído hablar, aunque sea de refilón, de Chuck Palahniuk: el escritor que, después de darse a conocer en 1996 con El club de la lucha del que se hizo una película protagonizada por Brad Pitt y Edward Norton-, se ha convertido en una especie de bandera de la nueva sociedad norteamericana. Sus novelas están protagonizadas por antihéroes que, de alguna manera, odian o al menos no encajan en el sistema occidental. Esto y afirmar cosas como que En mis novelas se habla, antes que nada, del vacío de una cultura que cree que comprar objetos es sinónimo de comprar felicidad ha llevado a que se tache a este autor de nihilista. Sin embargo, esta etiqueta no es del todo cierta ya que en sus libros siempre termina predominando la acción y el compromiso de sus personajes con la vida -aunque a veces sus actos puedan parecer absurdos- sobre cualquier otra idea. Su última novela, Nana, que acaba de llegar a las librerías, mantiene todas estas características.
Nana es la historia de un periodista que descubre el poder de un antiguo poema africano que, al ser recitado o simplemente pensado, provoca la muerte de aquél a quien se dirige. Este secreto apenas lo conoce nadie pero el problema radica en que los versos letales han sido publicados en una antología infantil que muchos padres compran para leer a sus niños antes de dormir. Después de acabar con unos cuantos ciudadanos inocentes su jefe de sección, su vecino ruidoso y algunos transeúntes-, de investigar a una agente inmobiliaria que vende casas encantadas de las que sus propietarios salen pitando y que ella vuelve a recomprar una y otra vez a precios bajísimos- y de conocer a una joven pareja ella una bruja y él una especie de hippie corrupto- Carl Streator, el protagonista de Nana, se embarca en algo parecido a una road movie las novelas de Palahniuk tienen mucho de cine y de cultura pop- para tratar de destruir todos los ejemplares del libro de rimas que, a lo largo de los Estados Unidos, contienen el conjuro sacrificial. Según avanza el libro las luchas de poder entre estos cuatro personajes se suceden y ponen de manifiesto los aspectos más miserables de la naturaleza humana.
A grandes rasgos ésa es la historia pero el libro es más que todo eso. Porque la escritura de Palahniuk se nutre de escenarios, de situaciones y de conflictos tan actuales que sus páginas se convierten, en cierta medida, un retrato del nuevo american way of life y, por extensión, del way of life de todos nosotros, aunque no vivamos en Estados Unidos. Un nuevo estilo de vida que, según Palahniuk, poco tiene que ver con el tan anticuado como optimista sueño americano: Se ha abandonado la emoción en nombre de la seguridad o, mejor dicho, de la ilusión de la seguridad. Estamos tan preocupados por evitar que nos sucedan cosas malas que no dejamos siquiera un resquicio para que sucedan cosas extraordinarias. Fundamos una suerte de mundo feliz que en lugar de satisfechos nos deja frustrados.
Chuck Palahniuk nació en 1964 en Burbank (un pequeño pueblo de Washington) pero pronto se fue a vivir a Portland (Oregon), donde estudió periodismo. Tras licenciarse, ningún medio de comunicación le contrataba así que entró a trabajar en la cadena de montaje de una fábrica de contenedores. Su primera novela fue Invisible monsters, un manuscrito que implacablemente todas las editoriales a las que Palahniuk acudió rechazaron. Por eso y quizás también por toda la rabia acumulada se dice que de pequeño tuvo que soportar las constantes peleas de sus padres, que de joven acostumbraba a buscar bronca por los bares y que, años después, su padre fue asesinado por un desconocido- el autor decidió escribir un libro agresivo, cínico y rebelde que dejaba patas arriba el sistema capitalista y atacaba a las clases más respetables norteamericanas: El club de la lucha. Lejos de herir a los editores, el libro les pareció una joya y decidieron apostar por él. Y funcionó: la historia fue un gran éxito de ventas tanto en su versión libro como cinematográfica. Posteriormente Palahniuk ha publicado Superviviente, Asfixia y Nana, y la industria tampoco ha perdido la oportunidad de sacar al mercado Invisible monsters, la obra que antes había rechazado por lo incorrecto de sus contenidos.
Palahniuk, tanto en sus novelas como en sus entrevistas, critica la sociedad de consumo y la manera en que funciona el mundo, lo que le ha proporcionado muchos seguidores. Sin embargo, por otro lado las grandes editoriales le promocionan bajo una etiqueta en la que el escritor no cree pero que comercialmente funciona Next Generation- y de sus libros se hacen megaproducciones cinematográficas que son un gran negocio más que otra cosa. Esto, en parte, desvirtúa sus ideas -porque la industria para vender la obra utiliza medios que contradicen su mensaje -aunque, por otro lado, las difunden por todo el mundo. Y es que, nos guste o no, el sistema capitalista tiene los mecanismos tanto para crear los gérmenes rebeldes como para después domesticarlos hasta el nivel justo que el propio sistema es capaz de soportar. Es como si, de vez en cuando, fuera necesario un disidente que, por oposición, reafirme el sistema. Un disidente que luego es convertido en superventas y que es adorado por toda una masa que se siente identificada con él pero que salvo excepciones- es bastante poco rebelde. De todas formas, esto no es culpa de Palahniuk. Y lo importante en esta reseña es que sus novelas están bien escritas y que siempre nos proponen algo nuevo sobre lo que pensar. Además, aunque luego estas ideas se pierdan por el camino, el poso en las cabezas que las han recibido queda y el cambio se va produciendo poco a poco.
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