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Bang, Bang, Bang
canción de Navidad para Bagdag.
Pequeños aviones,
cargados de libertad,
llegan a Iraq.
Estrellas de colores.
Explosión de luz.
Bang, Bang, Bang

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Al finalizar la primera Guerra del Golfo escribí este poema, en él intentaba expresar la indignación que me había provocado el tratamiento informativo del conflicto, y muy especialmente la cobertura que los medios de comunicación habían ofrecido a las declaraciones de algunos pilotos americanos en las que éstos exaltaban la belleza de los bombardeos.

Casi al final de la agresión contra Iraq, copatrocinada por los gobiernos de G. Bush, T. Blair y J. M. Aznar, la poesía se resiste.

La crónica de esta matanza anunciada impide sacar las palabras de las hondas trincheras que el horror y la náusea han excavado bajo mi piel. Pero no evitará, sin embargo, que me rebele y diga NO a la humillación, a la opresión y a la mentira que representa el acto criminal de una guerra preventiva.

No estoy sola.

Somos muchos los que hemos expresado ese NO en las calles, en los océanos virtuales, en los juzgados. Y aunque los medios de comunicación se empeñen en demostrar lo contrario lo hemos hecho sin ira. (La necedad y el cinismo siempre encuentra demonios en la imaginación y el dolor de los rebeldes).

De todas las muestras de libertad sin ira de las que he podido ser testigo en estas semanas de pesadilla, me quedo hoy con las crónicas desde Bagdad de los periodistas españoles y con esta obra que Sol Úbeda perpetró con un cartón y un pincel en la Rambla de Almería.

También nuestro cuerpo afligido se repliega evocando los límites del hombre: soy un ser rodeado de murallas, en medio de un Universo rodeado de murallas también (El libro de los Muertos).