En 1941 el sociólogo francés de origen alsaciano Maurice Halbwachs publicó la obra titulada La topographie légendaire des Évangiles en Terre Sainte , un correlato entre diversos testimonios de viajeros , historiadores y arqueólogos y algunos episodios de la tradición cristiana. 1941 fue un año oscuro de la Segunda Guerra Mundial, en el que media Francia continuaba ocupada por las tropas alemanas y en la otra media sobrevivía, como podía, el vergonzante gobierno de Vichy .
Se podría preguntar cómo pudo Halbwachs dedicarse a reflexionar acerca de las articulaciones espaciales de la memoria en medio del fragor de las cuarenta mil toneladas de bombas que en ese año cayeron en Europa, entre los cadáveres de miles de muertos y bajo la presión cotidiana del ejército nazi y los requerimientos de la resistencia.
Como la observación atenta de datos cruzados y como la literatura ha puesto de manifiesto - ¿ qué otro tipo de discurso podría hacerlo? - los ritmos macrohistóricos, los ritmos de las vidas personales y los ritmos de las trayectorias intelectuales son diferentes. Hay tantos ejemplos de estos desajustes que configuran las verdaderas duraciones que con el de Halbwachs resulta suficiente.
Pero ¿ cómo mantener entonces la tensión entre ritmos tan diferentes ? ¿ Cómo establecer entre ellos algún tipo de relación? ¿ Cómo coordinarlos o subordinarlos? ¿ Cómo , en fin, asumir la condición histórica sin dejar devorarse por ella?
Para que se susciten todas estas preguntas no hace falta vivir una situación extrema como la que vivió Maurice Halbwachs - ¡ y tantos otros y otras! De alguna manera emergen todos los días - ¿ Mi hijo o mi obra?... ¿ Tener más dinero o tener más tiempo?... ¿ La política o la amistad ? - y, en muchas ocasiones, se reestablece el equilibrio entre las fuerzas desatadas sin acto alguno de voluntad .
Pero el Estado, que es quien organiza las guerras y la paz, y tiene el derecho sobre la vida y la muerte, que es quien paga a sus funcionarios de toda índole para que legitimen su acción o su inacción, puede decidir matar quebrando la vida cotidiana y la trayectoria intelectual de cualquiera, aunque lo haga descaradamente sólo en situaciones límite.
Tal como le ocurrió al mismo Maurice Halbwachs, muerto de hambre - así lo cuenta Jorge Semprún en La escritura o la vida - en el campo de concentración de Buchenwald en 1945.
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