Estallan estrellas en el universo. Pueden verse desde Praga, o desde Houston. Iluminan nuestro cielo, nuestra atmósfera con destellos luminosos y neutrinos. Puertas misteriosas a un universo desconocido, progenitoras de esotéricos y voraces agujeros negros. Pero también estallan transbordadores espaciales poblando el cielo de héroes desintegrados que se tropezaron con la fatalidad de un instante que no se puede volver atrás.
El Columbia llevó al espacio un dibujo de Petr Ginz, un adolescente pragués asesinado en Auschwitz en 1944. Petr Ginz editaba una revista literaria, Vedem (Lideramos), en el campo de concentración de Terezin, en la que se incluían artículos, historias, poemas y dibujos de unos adolescentes perplejos ante la guerra y la muerte. Estaba escrita a mano, unas pocas copias se distribuían clandestinamente entre los habitantes del ghetto. Desde su encierro viajaba a los lugares más recónditos con su pensamiento, regresaba a su ciudad natal a la que dedicó bellos poemas, o llegaba a la luna de la mano de Jules Verne. Tenía catorce años cuando lo encerraron. En su dibujo Paisaje lunar se ve al fondo La Tierra mostrando Europa, Africa y parte de Asia. Petr Ginz voló a la luna desde Terezin y desde allí contemplaba La Tierra deseando seguramente que fuese un lugar menos inhóspito, sintiéndose libre en el único refugio que le era permitido, la imaginación.
Con Petr Ginz habitan ahora los astronautras del Columbia. Héroes de nuestros días, héroes inexplicables en un mundo que puebla su historia de tragedias. Ser astronauta significa amar este planeta y confiar en el ser humano hasta la fe ciega. Allí fuera no hay nada, sólo silencio, muerte y belleza. La supervivencia depende absolutamente de la mano del hombre, que se convierte así en Dios. Una nave de hojalata que vuela desde una estación orbital no es más que un manojo de hierros perdidos en el espacio, una frágil célula de vida perdida en la negrura interestelar... Desde allá arriba la tierra parece tan hermosa... No hay fronteras, sólo un mundo que aún conserva su belleza primigenia. La ciencia une las manos, mirando despectivamente a los políticos empecinados en sus ridículas guerras.
Petr Ginz, en las alas del Columbia, cumplió su sueño de pasear por el espacio y con él paseó toda la humanidad anhelante de un mundo mejor.
Descanse en paz.
Dibujo tomado de www.yadvashem.org
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