Definamos musical como aquella producción, normalmente americana (buscar en otros países referencias al género sería recurrir al cine indio, prácticamente desconocido por aquí pese a la cantidad de películas que se filman al año y a un cine español repleto de tonadilleras e infantes con chorros de voz) en el que los protagonistas dejan de repente sus actividades rutinarias para dar rienda suelta a los sentimientos a través de la música.
El musical fue un género que estuvo presente en la historia del cine americano hasta casi mediados de los ochenta. Algunos de los títulos emblemáticos del cine forman parte de este género (Un americano en París, Cantando bajo la lluvia, West Side Story, Sonrisas y lágrimas, Cabaret, All that Jazz, Grease y un largo etcétera), así como algunos de sus actores más reconocidos (Gene Kelly, Fred Astaire, Ginger Rogers...).
Sin embargo, y al igual que le ha sucedido a otros géneros (como el western, al que sólo Clint Eastwood ha sabido volver con maestría), el musical parecía haber sido eclipsado por otros géneros más actuales: el drama, la ciencia ficción, la comedia...
En los últimos años, sin embargo, parece que se está haciendo un esfuerzo por volver a recuperar los argumentos del musical. En algunos casos, como un mero homenaje. El ejemplo paradigmático es aquella revisión en tono de comedia que el gran Woody Allen realizó con el título de Todos dicen I love you. En aquella gran obra del genio neoyorquino, los actores jugaban a ser cantantes y el resultado era una película optimista, llena de guiños al propio cine, y en la que nos volvíamos a reencontrar con el mejor Allen.
El año pasado, el director español Emilio Martínez Lázaro realizaba su particular visión del género, también en tono de comedia. En ella se retomaban los éxitos musicales de los ochenta para ponerlos en boca de unos protagonistas, logrando uno de los mayores éxitos de la temporada (para quienes dicen que el cine hispano está en crisis habría que citarles esta película como ejemplo de un buen trabajo hecho no sólo para los críticos).
Moulin Rouge, del moderno y a veces insoportable Baz Lurhman, fue también uno de los taquillazos del año pasado. Razones: una producción exquisita, adornada por la belleza de Nicole Kidman y un sinfín de canciones rock adaptadas al argumento y a la voz de los protagonistas.
Tampoco podemos olvidar la incursión que hizo en el género el siempre sorprendente (para lo bueno y lo malo) Lars von Trier. En Bailar en la oscuridad logró no sólo que Björk se transformase en una gran actriz sino que hasta fuera reconocida como tal.
¿Estaremos viviendo un nuevo auge de los musicales? Quién sabe. Lo incuestionable es el éxito que en Estados Unidos está teniendo la adaptación de Chicago. La coreografía del genial Bob Fosse, la música del compositor John Kander y las letras de Fred Ebb acompañan las actuaciones de tres grandes actores: el siempre correcto Richard Gere, la incombustible Catherie Zeta-Jones y la increíble Renée Zellweger, convierten la película en uno de los estrenos más esperados.
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