Poeta nacido en Uruguay de familia francesa (curiosa coincidencia con Lautrémont), Jules Supervielle adoptó el francés como lengua literaria pero dejó que la huella y el alma de la lengua española empapara toda su obra. Por eso quizá, de la mano de Jorge Guillén, que lo conoció mientras estudiaba en París durante su juventud, la poesía de Supervielle empezó a ser conocida muy pronto en España. Incluso en plena posguerra, en el año 1948-----, la editorial Rialp de Madrid en su colección Adonais se animó a publicar una antología de sus poemas traducidos por Leopoldo Rodríguez Alcalde, después de que Alberti, Guillén, Salinas, Altolaguirre y otros compañeros de grupo poético publicaran El Bosque sin horas-----, con traducciones de la poesía del uruguayo realizadas por ellos mismos.
Y es que Supervielle cautivó enseguida a los lectores de poesía en medio de ismos, vanguardias y excesos de todo tipo, porque consiguió alzar una voz propia, personalísima, que describía un mundo completamente fantástico, inventado, que introducía al lector y lo hacía participar en las ensoñaciones, los personajes, los paisajes, los aromas y los colores característicos de la poesía de Supervielle, siempre sorprendente por su plasticidad visual y sensual.
Así, el poeta se mantuvo apartado de los círculos más vanguardistas de principios de siglo en París, aunque participó bastante en la vida cultural de la capital francesa. Era un hombre conocido por su dulzura y por un enorme cuerpo que le costaba coordinar, por lo que sus movimientos solían ser torpes como los de un niño. Y su mente, su poesía, también era la de un niño al que no se le escapa nada de lo que ocurre a su alrededor, está en un estado de curiosidad e investigación permanente y adolece de una imaginación desbordada. Por eso todos querían tanto a Supervielle, sus amigos, sus conocidos, y esos Amis inconnus que dan nombre a uno de los libros cumbre de su poesía de madurez, junto con Le forçat innocent, Gravitations y Débarcadères, escritos todos ellos antes del declive humano y cultural que sufrió Europa con la Segunda Guerra Mundial. Supervielle decidió entonces regresar a su Uruguay natal y seguir escribiendo; así se publican Poèmes de la France malheureuse y 1939-1945. Ambas obras nos muestran un alma destrozada por los acontecimientos, llena de sufrimiento por estar lejos de Francia pero a la vez serena por haber vuelto a la luz de su infancia, al país que le hizo inventar los colores y la luz que luego recordaría en sus poesías, con esa sencillez cálida y cercana que cautivó a todo el que lo conoció. Todo ello pervive hoy en su obra, que se ha convertido en clásica.
|