Para Leli, por su constante geometría convergente
Creemos que la vida se desarrolla de manera lineal conforme a unos designios establecidos previamente. A lo mejor es necesaria dicha creencia para soportar lo que no es sino incertidumbre y caos. Resulta conmovedor el afán de los historiadores por buscar líneas de fuerza en lo que solo ha sido la vida de personas en su mayoría anónimas, o la de los filósofos que trazaban fascinantes cartografías teóricas de la historia, de la ética o de la estética. El esfuerzo humano dedicado a eso es señal de la atracción por el conocimiento. Lo es asimismo del miedo que nos produce lo desconocido. Necesitamos creer que siempre sabremos adónde vamos, lo que nos gusta o lo que nos hace bien.
Las personas nos organizamos de manera social, pero también de manera sentimental, y en esto rige la misma norma. De esa profunda necesidad humana surgen las ilusiones, los afanes, los planes de futuro. La muerte, las separaciones, las amistades que se rompen por cualquier razón, todo nos causa una sorpresa amarga y difícil de comprender. Vemos que las líneas imaginarias de las vidas se rompen, se desvían, toman una dirección insospechada hasta el momento. No comprendemos la razón, nos extrañamos ante los giros, que a veces creemos indecisiones o equivocaciones, aunque sean movimientos que cualquier observador imparcial habría predecido. Sentimos una traición trágica, absurda y cruel cuando nuestro amigo cambia de actitud, aunque el cambio haya sido lento, o cuando nuestra compañera nos abandona un día y la casa se queda solo un poco más vacía porque ya antes se había ido vaciando.
No comprendemos porque es imposible comprender la trayectoria de las líneas divergentes. Lo sentimental se hizo para una geometría paralela. La vida, sin embargo, no siempre resulta como el plano de un arquitecto. Alzar el mapa complejo de la sentimentalidad es aceptar que hay rugosidades, fallas y fosas tectónicas en la vida. Spinoza escribió una geometría de las pasiones. Yo prefiero ver la vida, siguiendo la antigua metáfora, como un camino que hemos de recorrer como sea y al precio que sea si no queremos quedarnos en la cuneta y en él nos encontramos con desvíos, caminos que no conducen a ningún sitio o direcciones equivocadas, repechos, desmontes, praderas y quebradas que hemos de transitar, esquivar o por las que nos aventuramos con mayor o peor fortuna.
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