La ciudad no siempre se entiende. Es frívola y profunda, adulta y cándida. Mujer que engendra vida ecléctica y hombre que fecunda en energéticos envites. La ciudad vive en un lugar geográfico preciso, pero en constante expansión y cambio, y cuando se le antoja se derrama por el mundo visitando memorias que la traen adondequiera que moren.
Praga me visita convertida en amante. Se transforma en caricia y piel. Envuelve y transporta. Es cuerpo caliente que palpita en abrazo prodigioso. Susurra en los oídos sonidos de su lenguaje materno y eleva en su ritmo in crescendo un cántico a la ausencia rota. Llueve racimos de caricias y semillas, ensalza aromas y jugos de frutos venideros. En sus manos abarca el tiempo que fluye cadencioso. En sus labios desliza la ternura húmeda del verano que se aproxima.
Urbe que respira a ciencia cierta entre las lilas y el polvo de sus caminos.
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