Pedro Juan Gutiérrez acaba de publicar en España cosa que no puede hacer en Cuba, su país, por problemas políticos- Carne de perro: un libro que, como ya es típico en su escritura, deja un doble sabor de boca: por un lado un gusto molesto, el de la crudeza y la desolación, y por otro un gusto agradable, el de la vida vivida al límite con todas sus consecuencias.
La novela está estructurada mediante cuentos que mantienen en común el narrador, el espacio y el tono pero que no desarrollan una trama concreta. A pesar de ello, la unidad del libro es clara. El narrador habla en primera persona y, como el propio autor, es un ex periodista convertido en escritor que vive en una Cuba llena de contradicciones y existencias difíciles. El espacio es La Habana, Guanabo y los recuerdos de Europa. Es la playa, el malecón, las casas ruinosas y los dormitorios recalentados y húmedos. El tono es decadente. Es el reflejo de una Cuba que se desmorona y en la que hay que usar las mejores sensaciones y pasiones del ser humano mezquinamente para buscar dinero, porque todos los días tienes que conseguir un dólar, dos dólares, para sobrevivir. Sin embargo, en el libro se intuye cierto goce por la vida.
Lo que pasa en las historias de Carne de perro son encuentros que en el fondo son desencuentros, acciones que en realidad son pasiones. Y la búsqueda de la nada, la quietud y el equilibrio en medio de una vida caótica por culpa del amor, del alcohol y de la situación del país- es el auténtico anhelo que mueve al protagonista. En un momento el narrador dice: Caminé un poco relajadamente. Sin pensar en nada. Es difícil pero a veces se logra. Insistir en la nada. Muchas veces al día. Entrenarse para la nada. En otro, dice: Guardamos silencio. Unos minutos. Creo que no pienso en nada. Me gusta. Un poco de vacío y de nada. El vacío y la nada es demasiado para nosotros. Inalcanzable. Por si no queda claro, algunos de los cuentos los titula Perderme del mundo, Soledad y silencio o Y yo no tenía rumbo.
Aunque el libro resalta siempre el carácter puramente sexual y autodestructivo de las relaciones del narrador, es evidente que el amor quizás tratado como un tabú, como un sentimiento que no se permite experimentar- es otro eje que, sin duda, mueve al protagonista. Porque, en su esencia, Carne de perro nace con los problemas entre el narrador y su mujer Julia una pareja que se rompe a mitad del libro- y termina con la marcha del país de su amante Miriam hacia la que en las últimas páginas se vislumbra un posible amor sincero. Focalizándose en el sexo Gutiérrez parece querer convertir en nada también sus sentimientos, pero no puede. Y mientras lo intenta bebe ron.
Pedro Juan Gutiérrez nació en Matanzas (Cuba), en 1950. Antes de dedicarse al periodismo trabajó como vendedor de helados, cortador de caña y soldado. A pesar de que escribe desde la adolescencia, no alcanzó el éxito hasta 1998, cuando publicó Trilogía sucia de La Habana. El libro surge en un momento de crisis personal, cuando Gutiérrez ha perdido su trabajo, se ha separado de su mujer e hijos y se han agudizado sus problemas con el alcohol hasta convertirle en el marginal que yo nunca había sido. Desengañado del periodismo, un día se dice: Pues yo me dedico a la literatura y escribo todo lo que me sale de los cojones, porque yo no voy a estar autocensurándome también. Desde entonces su creación es bastante prolífica. Algunas novelas suyas son El Rey de La Habana (1999), Animal tropical (2000) o El insaciable hombre araña (2002). Además es autor de varios libros de poesía.
En cuanto a su estilo, a Gutiérrez no le desagrada que lo clasifiquen como realismo sucio. Quizás porque él le da un enfoque personal a esta etiqueta ya un poco manida: Hay quien cree que el realismo sucio es hablar de la suciedad material que puede haber en Centro Habana o describir escenas sexuales. Pero para mí, escribir de esta manera es llegar al límite de cada personaje, no esconder. En este afán por enseñar lo que hay con toda su brutalidad, Gutiérrez afirma que el 85%, quizás el 90%, de lo que está escrito en Trilogía sucia de La Habana es totalmente autobiográfico, crudamente y excesivamente autobiográfico. Y en el resto de sus obras el peso de lo vivido es igualmente elevado. Escribir así no es nada nuevo y no siempre implica que lo escrito sea buena literatura. Desde hace tiempo algunos autores juegan con el morbo de exponer sus vidas cuanto más sórdidas mejor- para conseguir unas ventas que los libros quizás no merecen. Pero en este caso no hay problema. La literatura de Pedro Juan Gutiérrez, afortunadamente, se sostiene por sí sola.
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