Detrás de la frágil coraza del cristal observamos nuestro exterior. Dentro-fuera, fuera-dentro, la separación transparente nos produce la ilusión de un orden, de poder asimilar mínimamente las dimensiones del tiempo y del espacio, coordenadas de nuestra vida, tan compleja.
Seguiremos mirando y, a veces, parecerá que comprendemos; otras, en cambio, la confusión será mayor, no distinguiremos realidad y sueño. Y cuando pase el tiempo, al final, quizá nos preguntemos en cual de los dos reinos, el de la realidad o el del sueño, habrá transcurrido nuestra vida.
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