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Desde dentro
"Bego, una vida"
mari carmen imedio
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Cuando uno se acerca por primera vez a ella, Begoña (Bego) surge agradable, simpática, educada.
Al principio se relaciona con los demás desde la prudencia y el respeto máximos, midiendo quién sabe cuántas distancias y sin caer en la cuenta de que al hacerlo le da la espalda a una de sus esencias: el impulso, como ella lo llama. Luego se abre, ilumina, y se lleva a la gente de calle. Es valiente, muy sincera, alegre, respetuosa, entregada, ingeniosa, rápida, disciplinada, sensible, generosa, rebelde. Sin conseguirlo, intenta esconder la timidez y la vergüenza que en parte la hacen brillar. Y se considera menos de lo que es, probablemente porque hace tiempo varias personas hicieron que se sintiera así. Pero duda, y tiene el mérito de contradecirse; aun si en ciertos asuntos se muestra firme, en torno a ellos se hace mil preguntas, y para muchas no encuentra respuesta; cuestiona sin miedo las verdades aparentes que la rodean y las que ella misma genera como pauta ante tanta sinrazón; y le da forma a lo que fue siempre un rincón innato de su naturaleza. Es sabia, no sólo en ideas, libros y conocimientos que también-, sino, además, en vida; sabia en vida.
Un día debió de pensar que era mejor respirar a su manera; de otro modo, su existencia podía derivar en la de alguien ajeno a sus entrañas. Por eso giró el rumbo, varió su itinerario, y tuvo el valor necesario para enfrentarse a los suyos, con tal de ir componiendo una vida en la que sentirse a gusto. Ahora se apoya en los compases que ha elegido.
Antes pasó por varias etapas, como todos. De pequeña se sentía distinta. A sus padres les enseñaba que le entusiasmaba jugar al fútbol, y ellos dale con lo contrario. En el colegio no era de las más aplicadas, pero sus compañeras se divertían con ella al mismo tiempo que, incitadas por los profesores, la juzgaban en público; mientras, ellos se excedían en dirigir con ansia sus moralinas hacia el comportamiento de la alumna más revoltosa.
A los veinticuatro Bego escogió concentrarse en la preparación física durante varios meses al año; uno después, en diciembre de 2001, obtuvo el cuarto puesto en el campeonato mundial de culturismo. Luego siguió entrenando, y encaminó su profesión por unos derroteros que hasta entonces no había probado.
Entre lo uno y lo otro decidió vivir su orientación sexual al mil por cien, y dio respuesta a lo que, presentía, iba a colmarla, que es amar a una mujer siendo y sintiéndose mujer. El mostrar esa opción ante determinados círculos -familia, amigos, compañeros de trabajo- debió de venir a la par, porque no es ella de los que planifican y ejecutan al dedillo el programa previsto. Seguro que agotó sus fuerzas contra tanta pared como se le presentó, y ella derriba que derriba. Ya ha recuperado algunas de esas energías, que dedica a ir construyendo una vida aún indefinida, por ejemplo, en el ámbito laboral.
Hace apenas unos días, el 22 de enero, Bego cumplió veintisiete. Ha sido capaz de vivir a pecho descubierto situaciones en extremo punzantes que, como a cada uno las suyas, la han hecho ser así. Charlar con ella es percibir que ha superado mucho en poco tiempo y que, fuerte como es, preferiría dejar atrás más de una de las vivencias que tanta impotencia le provocaron; sin embargo, todas las recuerda y transmite con coraje, aunque se duele, síntoma rotundo de que no pasó de puntillas por ninguna. No intenta convencer a nadie, su mundo no es el paraíso, pero contagia la sensación de haber luchado por hacerse respetar como quiere ser, tal como es.
Ahora Bego se muestra delicada y crítica a la vez con todos y consigo misma. Con quienes no se arriesgan. Y también con quienes se atreven y se lanzan a vestir de rosa y purpurina un modo de vida como cualquier otro que, maldita sea, sin embargo sigue exigiendo más esfuerzos que el del común denominador.
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