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"Cuentos para Sherezade"
enrique gutiérrez ordorika
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Ahora, que se anuncian tiempos de guerra sobre esa ciudad de Bagdad en la que Sherezade tuvo que inventarse un cuento durante 1001 noches para salvar la cabeza, quizás convenga hacer un acopio de historias que, exorcizando los horrores uniformados, nos preserven de las miserables tinieblas de los crímenes venideros y del cinismo político de quienes ultiman los preparativos para volver a asesinar inocentes con bombas que se denominan "inteligentes".
Tal vez convenga rememorar la introducción de John Steinbeck en Una vez hubo una guerra, para recordar que las almas se envenenan con la crueldad y el miedo, y que toda guerra únicamente siembra oscuridad. O tal vez convenga releer a Amín Maalouf en Las cruzadas vistas por los árabes, para mantener a salvo nuestro escepticismo sobre la honradez y la nobleza de las arengas y los himnos patrióticos que alientan a los nuevos cruzados capitaneados por oficiales graduados en West Point.
Cioran decía que él había buscado la salvación en la utopía y sólo había encontrado un poco de consuelo en el apocalipsis. Y es que, en su vieja acepción griega, la palabra apocalipsis tiene un significado que hoy es incomprensible para nosotros. Tiene que ver con la revelación, significa descubrir y poner de manifiesto las cosas escondidas. Pero para desvelar lo terrible a veces hace falta un valor inmenso o una desesperación infinita. La verdad en tiempos de desfiles militares siempre se haya mutilada en los hospitales, encerrada en los campos de prisioneros, sepultada en los cementerios u olvidada debajo de los escombros.
Se avecinan noches largas en las ciudades de las mil y una noches y como he dicho al principio, antes de que se apague la luz con algún quejido, conviene hacer un buen acopio de historias, porque sin palabras para hacer frente a la épica de los abanderados corremos el peligro de convertirnos en hombres huecos. Historias de la inocencia como ¡Suerte muchacho! del escritor georgiano Bula Okudzhava, el conmovedor relato antibelicista de Dalton Trumbo Johnny cogió su fusil, o la memorable novela Matadero cinco de Kurt Vonnegut, a la que pertenecen las palabras finales de este artículo:
"Mira, Sam, si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza". Así es.
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