ISSN 1578-8644 | nº 36 - Febrero 2003 | Contacto | Ultimo Luke
El paso
"En busca de la pluralidad"
josé marzo
El humanismo moderno surgió cuando el ciudadano renacentista se emancipó de la autoridad eclesiástica. Frente a la teocracia, un ser diverso, cambiante y libre de crear su propio destino individual y colectivo. Puede decirse, sin embargo, que muy pronto se sustituyeron las certezas teológicas por las certezas de la ciencia. Ya no se trataba de acomodarse a los dictados de dios, sino a los de la verdad. La misma pasión por la verdad encendió el ánimo de los jacobinos, de los capitalistas y de los bolcheviques, y todos ellos creyeron estar en armonía con el progreso histórico, una línea paralela a los avances del conocimiento. Las corrientes políticas y económicas progresistas triunfantes anhelaban el dominio, pues cada una de ellas representaba la solución única para los problemas de su tiempo.

Puesto que todas ellas se reclamaban empiristas, ¿no se hallará en el empirismo el veneno del dominio? ¿o se hallará quizás en la propia verdad?

Todavía tenemos los oídos castigados con las peroratas de los charlatanes que confundían incertidumbre con indeterminación y traspolaban la teoría de la relatividad de Einstein al relativismo cultural. Aunque la ciencia del siglo XX ha caminado por los vericuetos de la incertidumbre y de una lógica sin correspondencia con la realidad, eso no le ha impedido seguir descubriendo claves para la comprensión del universo.

Es cierto que el empirismo establece una línea directa del sujeto con la experiencia. Este conocimiento es unidireccional, con independencia de que la sensación sea un reflejo de la realidad material, como pretendía Lenin, o un producto idealista, como quería Berkeley. Un sujeto con experiencia, con conocimiento, ¿será entonces un sujeto dominante?

La válvula de escape del dominio y del autoritarismo no es que el sujeto ignore, sino que haya varios sujetos que piensen, actúen y se acepten mutuamente como adversarios que debaten. También ignoran los tiranos y los explotadores. La vacuna contra el dominio no es la estupidez, sino la pluralidad. Y la pluralidad no se da tanto en el terreno del conocimiento, aunque también, como en el de los valores y los proyectos, no es tanto un asunto científico como una cuestión política. No puede haber dos verdades al mismo tiempo, la verdad o es una o no es verdad, aunque aún no la hayamos alcanzado, aunque nunca la alcancemos, pero proyectos e ideales puede haber muchos, tantos como personas que sueñan y piensan.

Hay una fotografía que siempre me ha despertado la sonrisa. Retrata un numeroso grupo de personas un día de sol. Permanecen en pie y miran todas al mismo punto, con las manos haciendo visera. El objeto que observan se encuentra fuera del encuadre. Podría ser un avión que despega o un orador que habla en una tribuna o un eclipse solar. Esas personas establecen una línea directa con la realidad; se trata de una relación de una sola dirección. Observan, están concentrados en el objeto. En una segunda fotografía que nunca existió el espectáculo acababa y se giraban sobre sí mismas, se miraban, se hacían comentarios las unas a las otras, dialogaban. Entonces se desencadenaba la común actividad del pensar.

“El pensamiento único” resulta una etiqueta ridícula. Para pensar políticamente, como para usar el lenguaje, siempre hace falta otro, aunque el otro esté ausente, un otro que nos rebate, nos corrige, nos exige, nos enseña. El lenguaje es social, y sin lenguaje no hay pensamiento.

El pensamiento es hijo de la pluralidad. Pero de la pluralidad también son hijos el fuego y el conflicto. Y la justicia.