El domingo Maika llegó al hospital ya de noche, a las nueve. Su padre llevaba en coma varias horas. Siete días atrás había superado una insuficiencia pulmonar, y hacía dos que le había plantado cara, con ayuda de un diurético, a una renal. Decían que duraría poco. Ella confiaba en que el momento tardara en llegar, pero era consciente de su estado. Por eso, cuando casi todos se fueron a cenar le pidió a su hermano que la dejara a solas con él. Se había fijado en que sus ojos grises estaban entornados al máximo y en que las manos, hinchadas y calientes, eran prueba de la fiebre y el malestar físico. Siguió sujetando la derecha entre las suyas y le habló sabiendo que no volvería a hacerlo estando él vivo; en la carta inacabada que le había escrito la víspera también le decía que ya no lo vería más con vida. Ahora el pasado no importaba, sólo quería mirar hacia adelante. Le dijo a su padre que no tuviera miedo, que se mantuviera fuerte, que ella le daba sus fuerzas si a él ya no le quedaban, y que no se preocupara por nada. A las cuatro menos veinte salió de la habitación para dormir un poco, y cincuenta minutos después una de sus hermanas fue a decirle que su padre estaba mal. Maika llegó corriendo, lo miró, y dijo ¿Qué pasa?, pero bueno, ¿no veis que papá no respira, que no respira...?. Seis días antes él había dicho que quería vivir. Ahora sus facciones reflejan tanta calma que, aunque su esencia ya no está aquí, la tranquilidad ha hecho parada y fonda en el gesto de su cara. Murió el 2 de diciembre, a las cuatro y media.
A veces Maika no sabe dónde buscarlo, y siempre teme no ser capaz de encontrarlo. Por primera vez vive una pesadilla real estando despierta.
Mientras recibe el pésame de sus compañeros, la memoria de lo reciente le hace regresar a la madrugada del lunes. La absorbe la conciencia de lo que ella y su familia han vivido estos días. Se da cuenta de todo y, mientras una parte de su mente lo rechaza, otra, que lo acepta, siente que no podrá aguantar el dolor que la destruye por dentro.
Su padre ha muerto porque antes de morir había vivido. Ahora quizá sigue siendo, pero ha dejado de ser como era. Si es, es de otro modo. Y es posible que ya no sea. O que no esté. Para ser no es necesario que sea como antes era. Para seguir siendo, depende de quienes lo conocieron; en Maika, de su carácter, que tanto se parece al de él, de sus recuerdos, y de los frutos que su vida pueda dar en la de ella. Maika no recurre a la metafísica porque sí; algo la guía para intentar comprender y crear esperanza.
Hace algunos meses él había cambiado su naturaleza recta, autoritaria e intolerante, y se había convertido en alguien cariñoso, cercano y sensible igualmente de puertas para fuera. Al final de su vida una enfermedad sacó a la luz el lado de su temperamento que hasta entonces la educación recibida o algún otro principio apenas habían permitido que asomara. Don Quijote, el héroe literario preferido de su padre, manchego como él, también tenía dos caras, una cuerda y otra fantasiosa.
En Un lugar en el mundo, la película de Adolfo Aristaráin, Ernesto habla ante la tumba de su padre y le dice: Me gustaría que me dijeras cómo hace uno para saber cuál es su lugar. Yo por ahora no lo tengo. Supongo que me voy a dar cuenta cuando esté en un lugar y no me pueda ir. Supongo que es así. Ya va a aparecer. Todavía tengo tiempo de encontrarlo. Ojalá el padre de Maika haya muerto sabiendo que en este mundo había encontrado su lugar. Para ayudarle a él y para ayudarse a sí misma, junto a la urna que contiene sus cenizas Maika dejó el primer volumen de El Quijote, en el que la noche antes escribió unas palabras de vida: Papá/Hermano/Tío: Dicen que no tiene nada que temer quien luchó cuanto pudo. Y que la luz de quien nos ama penetra con fuerza en el espíritu del amado, y allí permanece su profunda huella. La tuya está aquí. La tendremos alrededor mientras tú nos sigas de cerca, aun estando desde anteayer un poco más lejos. Disfruta de tu nueva vida. Y no te preocupes por nada, ni te olvides de quienes te queremos tanto que ahora nos duele. Ojalá de vez en cuando nos eches un vistazo y sigamos dándonos cuenta de que lo haces. Cuídate mucho. Un besín muy muy fuerte.
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