La luz se pierde, se desvanece a través del solsticio de diciembre. La noche es la reina del invierno que acaba de comenzar. Noches que empiezan durante la sobremesa y se prolongan hasta que se abren los comercios por la mañana. Noches largas, noches negras, noches guardadas por la espada de Orión. Praga se torna gris y parda. Atraviesa el eje invernal con la resignación muda de los ascetas. Se esconden sus colores tras un manto de tristeza cenicienta y se presta a hibernar bajo la escarcha y el hielo.
Praga está más triste y húmeda que de costumbre. Algunos de sus habitantes no han tenido tiempo de construir ese hogar que le arrebataron las aguas y ella observa callada el paso de las heladas. Sí, Praga está triste porque sabe que algunos comenzamos el año sin algo que perdimos el pasado. Y tal vez comprenda.
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