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ARQUITECTURA
"Iberoamérica"
juan carlos prieto
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Desde Europa es muy frecuente tener una imagen común, quiero decir, única de Latinoamérica, fíjense desde la Patagonia hasta Méjico, hablamos de toda esa inabarcable extensión como si se tratara de un solo concepto.
Quizás sea la percepción de que el idioma español salvo Brasil con el portugués- o el hecho sociocultural colonizador hallan marcado de forma indeleble en nuestra mente una idea unitaria de todo un complejísimo concepto que abarca las tres cuartas partes de un continente, más de veinticinco países, y a más de trescientos millones de personas.
Y por encima de todo este conglomerado humano y geográfico se sigue apreciando sin ninguna duda la ineludible presencia de España. Y ahí le duele, porque sin entrar en otro aspecto cultural que lo construido (que ya es dejar de lado cosas), se conserva en el conjunto de edificios coloniales (catedrales, iglesias, conventos, palacios, viviendas, estaciones de tren,
) una de las mayores riquezas que España ha dejado en herencia a nuestras antiguas colonias con toda su pesada (y vergonzante en muchos casos) carga histórica.
No descubrimos nada a estas alturas si decimos que, por lo general en el cono sur y Centroamérica las cosas no van bien, su patrimonio cultural tampoco. Lamentablemente no existen, en los países iberoamericanos, programas propios que se dediquen a la conservación de su patrimonio cultural, y entre éstos, son escasos los recursos dedicados al patrimonio arquitectónico ya sea precolombino o colonial.
Afortunadamente, al menos por parte de España y a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) funciona desde hace más de diez años un programa de conservación del patrimonio, de preservación de cascos históricos y de formación y fomento del empleo mediante Escuelas Taller que vienen desarrollando su actividad a través de ingeniosas e inteligentes operaciones basadas en un factor humano de primerísima categoría. Con una financiación que siempre podría mejorarse se han restaurado una serie de monumentos que han servido para devolver a muchas ciudades una imagen y una identidad que nunca debieron perder. Hoy estos programas deberían enfocarse con criterios mucho más modernos basados en la sostenibilidad, ya que tienen la experiencia suficiente para intentarlo y conseguirlo.
Lamentablemente estos programas de la AECI son del todo insuficientes para cubrir las necesidades de todo un continente. Deberían producirse mayores esfuerzos con respecto a la puesta en marcha de programas, acciones, convenios, intercambios, etc, que apuntalaran nuestros más íntimos lazos del otro lado del Atlántico. Es estupendo que hoy nos sintamos plenamente europeos, pero siempre que no sea en detrimento de nuestro sentimiento latinoamericano. No olvidemos que la memoria de Latinoamérica es nuestra propia memoria, si la olvidamos cometeremos enormes errores, no se puede desarrollar el futuro sin tener la referencia y la conciencia de nuestro pasado.
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